Elena Odriozola

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Elena Odriozola es la persona elegida para echar el cierre de Opticks Magazine (tal y como hasta hoy la conocíamos), la encargada de dibujar la cara de la despedida de una revista que, después de diez años y veinticinco números, decide colocar un punto y aparte en su bonita historia. Quizás el destino ha querido que sea ella, y lo haya querido porque la autora de Frankenstein, Aplastamiento de las gotas (ambos de Nórdica) o La princesa y el guisante (Anaya), comparte muchos de los valores que han mantenido viva la ilusión de los que hacemos esta revista: el ser cuidadosos y delicados con lo que se tiene entre manos, la honradez en el trabajo, la búsqueda de lo bello…

Todo ocurre en San Sebastián, ciudad en la que nació y desde donde trabaja hasta la fecha.   Comenzó trabajando en publicidad para una agencia, y poco a poco llegaron los primeros encargos como ilustradora, en la que finalmente ha terminado siendo su ocupación principal. Ha obtenido dos premios Euskadi y el Premio Nacional de Ilustración. Los premios son eso, premios y nada más, pero dan señales del eco que provoca su trabajo.

La entrevista que ahora comienza, la hago con los tres libros que he citado anteriormente en las manos.

 

Te he escuchado decir que la mayoría de cosas que hiciste ya no te gustan cuando las vuelves a ver, pero que hiciste lo que pudiste. ¿Significa esto que queda recorrido, que existe una autora que madura? ¿Existe algún trabajo en el que no te pase esto, en el que aún te guste recrearte?

Si creyese que no queda recorrido, no le vería ningún sentido a seguir ilustrando. La verdad es que no soy muy apegada con mi trabajo, cuando he acabado un libro y ya está publicado, ya ha pasado lo más importante, el proceso de hacerlo. Una vez pasado esto ya estoy en el siguiente proyecto.

Hay unos cuantos libros de los que hice hace mucho tiempo que aún salvo, pero son muy pocos. Y creo que esos son los que valen, los que superan la prueba del paso del tiempo. Llevo unos pocos años en los que milagrosamente me sigue valiendo lo que hice. Mi proceso ha ido cambiando, creo que he ido mejorando (o eso quiero creer) y me gustaría que lo que siguiese creando nunca me pareciera un horror.

En los tres libros que he nombrado, el autor del relato, el cuento o la novela, es un autor con el que no es posible ya la comunicación, son autores ya fallecidos. En estos casos, ¿Cómo te documentas?, ¿Haces revisión de lo que ya se ha hecho hasta el momento o prefieres huir de ‘contaminaciones’?

No me documento mucho, esté o no vivo el escritor. Suele haber excepciones, pero una vez que tengo toda la información, prefiero olvidarla. Está ahí, pero la dejo a un lado (no sé explicarlo mejor). En el caso de Frankenstein o de textos muy conocidos el reto es precisamente ese, el que la gente tenga muchas imágenes. Entonces es cuando pienso “a ver qué hago con esto”. Es resto es algo necesario, al menos para mí. Eso hace el trabajo más interesante.

 

Si comenzamos por ‘Frankestein’, la edición de Nórdica es fantástica, y llama la atención encontrar toda la parte gráfica al inicio y el texto después. Utilizas escenarios y materiales distintos a los que solemos encontrar en un libro de estas características… ¿Puedes hablarnos un poco de cómo se gestó la idea de repartir de esta manera texto e imagen? ¿Y cómo has contado de una manera tan personal esta novela tan universal?

Para mí no tiene sentido hacer una versión más de la historia que se cuenta, teniendo en cuenta la cantidad que hemos visto hasta ahora. Ilustrar un libro es interpretarlo, dar tu punto de vista, contar algo que solo puedes hacer tú. Una vez leído, decidí qué quería contar, qué significaba para mí: la irresponsabilidad y la culpa que conlleva.

La mujer protagonista está leyendo una carta (Frankenstein empieza con unas cartas), y algo que lee ahí hace que ella se vaya de casa. En este momento está embarazada, pero cuando vuelve no ¿qué ha pasado? Una vez de vuelta, la culpa que siente crece y crece hasta que la mata. La culpa es la criatura.

Una vez que sabía qué quería contar, faltaba saber cómo contarlo. Hice una primera ilustración que me gustaba, pero cuando fui a hacer la segunda, y la tercera… había algo que no funcionaba, no sabía qué. Lo hablé con Gustavo Puerta (editor de la revista ¡La leche! entre otras cosas), y él lo vio: “ahí tienes un teatrito de papel”, me dijo. Y lo vi al instante, tenía razón. Era la mejor forma de contar lo que quería contar. Además, siempre me han encantado, pero nunca había hecho uno.

Es una representación dividida en cuatro actos, y no tenía ningún sentido dividir la historia y distribuirla por el libro, ya que las imágenes no hacían referencia al texto.

El tuyo es un estilo figurativo muy personal. Figuras ensoñadas, poéticas, con un canon siempre muy estilizado, muy esbelto. Existe una tendencia a representar la cabeza casi siempre de perfil… Es una obra con mucha coherencia. ¿Puedes hablarnos un poco de esos pequeños secretos de tu trabajo?

Me resulta muy difícil, porque yo no definiría así a mis personajes. Ni de otra manera, es algo que me cuesta mucho.

A lo largo del tiempo han ido cambiando, como es normal. Supongo que tienen muchas cosas mías, y hay cosas que hago porque no tengo más remedio. Los cuellos son gruesos para que sujeten bien la cabeza, los cuerpos pesan, o al menos eso me parece a mí. Siempre me tienen que dar una sensación de estabilidad, si no no valen. No sé, supongo que tengo muchas manías de ese tipo. Aunque eso no quiere decir que siempre vayan a ser así, no lo sé. Si cambian supongo que en algo habré cambiado yo también.

 

También Nórdica publica ‘Aplastamiento de las gotas’ de Julio Cortázar. Vuelve a ser un formato pequeño, manejable. Muy elegante. ¿Decides tú el texto o te viene propuesto? Si lo decides tú, ¿por qué este texto de Cortázar? Y si no, ¿Ya habías leído el relato?

En realidad hubo una primera edición que publicó Laberinto de las artes, allá por el 2008. Era un formato más pequeño que el de Nórdica, y era cuadrado. Luego se adaptó a este nuevo formato.

El texto me lo propusieron, como la mayoría de las veces, y no lo había leído.

 

En ‘El aplastamiento de las gotas’ se cuenta la peripecia de una gota desde que se forma en un cristal hasta que cae al suelo. Tú decides que el foco de atención quede fuera de plano. Sin gotas ni cristales por donde resbalen, disfrutamos de la escena con tus protagonistas.

En un principio, a mí y a otros dos ilustradores, nos mandaron tres textos. Desde el primer momento tuve clarísimo que era el de Cortázar el que quería ilustrar, y como es habitual en estos casos, pensé que todos querríamos el mismo. Pero hubo suerte y no fue así.

Cuando llegó el momento de empezar con el trabajo me di cuenta de que no tenía ni idea de qué hacer con él, algo bastante curioso teniendo en cuenta lo claro que lo vi. El texto es un párrafo, del que tenía que hacer 14 ilustraciones.

Evidentemente no iba a hacer unas gotas cayendo por un cristal. Pasé muchísimo tiempo antes de dar con lo que tenía que contar, e hice algo que no suele ser habitual para mí: me puse a dibujar la primera ilustración sin tenerlo muy claro, y ya de ahí todo fue de seguido, fácil, lo tuve clarísimo. (Normalmente no me pongo a dibujar hasta que no sé qué voy a contar, no hago pruebas ni bocetos previos)

El texto me transmitía un estado de ánimo, y utilizo una pareja para representarlo. Aunque está más enfocado en la mujer.

 

‘La princesa y el guisante’, publicado por Anaya, es el tercer libro del que nos hacemos servir para conocer mejor tu obra. Aunque los tres libros son distintos en cuanto al uso de materiales, aquí además se aprecia un cambio respecto a los anteriores. ¿Se percibe quizás el público al que va dirigido?

Es más bien al revés, más que nada porque este libro lo ilustré en 2003. Aplastamiento de las gotas es de 2008 y Frankenstein de 2013… hay unos años de diferencia, sobre todo esa es la razón de tanto cambio. Supongo que si lo volviera a hacer sería muy diferente.

 

Este también es un cuento muy conocido, que está bien enraizado en el imaginario popular. Y de nuevo escapas de ideas preconcebidas. Los atuendos de los personajes, la sencillez que respira en general el libro… ¿Puedes comentarnos estos aspectos del libro? ¿Cómo surge, cómo se reparte el texto entre las imágenes? ¿Te piden un número de ilustraciones y repartes tú el texto como mejor te conviene, o decides tú esta parte?

Creo que en este libro, que pertenece a una colección, el texto ya estaba dividido en un número determinado de páginas. Me suele gustar dividirlo a mí, pero en este caso me pareció bien tal como estaba, no recuerdo que cambiara nada.

En cuanto a lo que comentas al principio, vuelvo a lo que he dicho al principio ¿qué sentido tiene ilustrar esto una vez más si no es para contar tu historia? En Frankenstein la interpretación está mucho más alejada del texto. Es curioso, pero en este caso no le di tantas vueltas… ilustré lo que entendí pero siendo menos consciente.

 

El título del último número de Opticks es Odisea. La nuestra durante este tiempo, pero también la de querer volver, la del anhelo de regresar algún día. Te pedimos realizar esta última portada por el aprecio que sentimos hacia tu obra. El resultado no podía ser más bello. ¿Por qué te decidiste por esta sirena alada? ¿Cuál ha sido la particular Odisea de esta cubierta?

Lo primero, muchas gracias… Cuando pensé en la Odisea, lo que primero que me vino a la cabeza fue Penélope. De todas todas. Podía haber optado por salirme de ahí, por interpretarlo de otra forma, pero esta vez no tenía que ser. Y Penélope… porque la mayoría de las veces esa es mi actitud, la de esperar. En mis ilustraciones, es muy habitual que la acción suceda fuera de página. Mis personajes, en muchas ocasiones, son los que observan eso que pasa fuera.

Bueno, la cosa es que empecé a dibujar a alguien sentado, a la espera, observando… y se me apareció la sirena. Es algo que a veces me suele pasar, tener clarísimo qué hacer, ponerme a ello y sorprenderme con el resultado. De todas formas es una sirena que no está interpretando su papel. Ahí está, a la espera, un poco desafiante también. Haciendo propaganda de la revista con su camiseta, como si no se terminara del todo.

 

Y hablando de Odiseas, ¿cuál es la tuya? ¿Te sientes actualmente en pleno viaje o el viaje está por comenzar?

Mi Odisea es un viaje lento que quiero alargar lo más posible. Siempre pienso que está por empezar.

 

 

Por Octavio Ferrero

Puedes leer la entrevista completa en el último número de Opticks Magazine, Odisea, pinchando aquí. 

 

Debajo de estas líneas, la portada que Elena Odriozola dibujó para el número 24 de Opticks.

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