LA VENTANA INOLVIDABLE

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Cada ventana tiene adherida una historia. Una es la mía y otra, totalmente diferente, es la de quien la mira desde lejos y trata de imaginar lo que sucede en su interior.

Así se expresa Menchu Gutiérrez, autora de La ventana inolvidable, libro editado por Galaxia Gutenberg que hoy traigo a Opticks y que el año 2022 recibió el Premio Internacional de Novela Ciudad de Barbastro.

Como su nombre indica, las protagonistas de este libro son las ventanas. De ellas hablan o a ellas se asoman personas a las que la autora se refiere con la letra inicial de sus nombres: M, H, P, E…

Ventanas que nos recuerdan la infancia porque nuestra imaginación suplía en gran parte lo que podíamos ver a través del cristal o del visillo; o las que ilustraban los cuentos que leíamos de niños y nos trasladaban a castillos, palacios o bosques encantados.

Es precisamente la imaginación creativa la que ha contribuido a que Menchu Gutiérrez completase estas páginas con historias ligadas a paisajes que veía pasar velozmente desde las ventanillas de un tren, de un coche o de un avión.

Paisajes que pueden incluir los ventanucos de una oscura cárcel que convocan a las escalas, a las cuerdas y a las sábanas anudadas; las ventanas selladas de un edificio de oficinas que ocultan la actividad de hormiguero que se lleva a cabo en su interior, las geminadas de una antigua torre presente siempre en el recuerdo, las venecianas, las que hacen de espejo, las protegidas por contraventanas, las camufladas, las altas, las bajas y hasta las habituales ventanas del televisor y del ordenador.

Con un lenguaje poético y nostálgico, al que añade títulos y autores emblemáticos que dan idea de su formación literaria, la escritora madrileña reflexiona, por ejemplo, sobre la vital importancia que las ventanas tuvieron durante la pandemia e insiste en mostrar al lector de múltiples maneras la variedad del mundo que contemplamos gracias a ventanales y ventanas.

La ventana inolvidable es uno de esos libros que yo llamo “de mesilla de noche”. No se puede leer de un tirón. Es preciso pensar, cerrar los ojos después de muchas de sus frases e intentar ocupar el lugar de esa persona que mira la ventana, al paisaje o a los demás a su través.

A mí se me ha ocurrido pensar en los que, todavía, a pesar de los tres meses transcurridos, no tienen en las zonas afectadas por la Dana en Castilla la Mancha o en Valencia, ventana alguna a la que asomarse. En los que izándose por ellas se salvaron. O en aquellos para los que suponen su único vínculo con el mundo exterior, porque el ascensos del piso en el que viven no funciona y sus problemas físicos les impiden bajar las escaleras.

También hoy, cuando se cumplen 80 años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, tras la llegada de uno de los ejércitos que venció en la 2ª Guerra Mundial, leo las crónicas de los periodistas que acompañaban a los soldados que hablan de mujeres hambrientas, enfermas y esqueléticas que aguardaban estáticas la liberación tras las rejas que cubrían las ventanas de los pabellones y en cuyos rostros el horror vivido había apagado cualquier atisbo de esperanza.

Siempre hay una ventana que se abre o se cierra en los buenos momentos y en los malos.

Siempre habrá una ventana aun en lo más oscuro, si somos capaces de imaginarla.

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