RAFAEL CADENAS: PREMIO CERVANTES.

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En los últimos días hemos conocido el resultado de dos importantes premios literarios. El primero fue el Nacional de las Letras Españolas.

El Premio Nacional de las Letras Españolas, instituido en 1984, se otorga a un autor por el conjunto de su obra. Este año lo ha obtenido Luis Landero.

El jurado ha premiado al escritor extremeño, entre otras razones, «por ser un extraordinario narrador, creador de numerosas ficciones con personajes y atmósferas de gran expresividad y excelente escritura, recuperando la tradición cervantina con dominio del humor y la ironía e incorporando con brillantez el papel de la imaginación».

El segundo, el Cervantes. El Premio Cervantes, instituido en 1976 está considerado como el galardón más importante destinado a distinguir la obra global en lengua castellana de un autor cuya contribución al patrimonio cultural hispánico haya sido decisiva. En 2022 han premiado a Rafael Cadenas.

Como de Luis Landero he hablado varias veces en Opticks, a pesar de la importancia de su premio, que me parece muy merecido, hoy voy a centrarme en Rafael Cadenas, que ya en el año 2018 fue agraciado con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

Pese a la continuada vigencia de la conocida expresión de Bertolt Brecht “Malos tiempos para la lírica”, repasando la lista de los escritores que han obtenido el Cervantes, he encontrado bastantes poetas: Jorge Guillem, Rafael Alberti. José Hierro, Ida Vitale, Joan Margarit, Francisco Brines…, y así hasta dieciocho nombres de personas, españolas o iberoamericanas, que han escrito, sobre todo, poesía. El número diecinueve sería Rafael Cadenas.

Tal cantidad de poetas me hace disentir de Bertolt Brecht y afirmar con Gabriel Celaya, el gran poeta vasco, que “La poesía es un arma cargada de futuro”. Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos.

Rafael Cadenas nació en Venezuela en 1930 y allí reside en la actualidad, en una especie de exilio interior al que le han conducido sus críticas al régimen chavista. De hecho, leo en el periódico, que Maduro y su ministro de Cultura no le han felicitado por el premio.

Un premio que el jurado que se lo ha otorgado justifica en «la trascendencia de un creador que ha hecho de la poesía un motivo de su propia existencia y la ha llevado hasta alturas de excelencia en nuestra lengua. La obra de Rafael Cadenas demuestra el poder transformador de la palabra cuando la lengua es llevada al límite de sus posibilidades creadoras. Cadenas hace destilar de las palabras su esencia deslumbrante, colocándolas en el territorio dual del sueño y la vigilia y haciendo que sus poemas sean una honda expresión de la existencia misma y del universo, poniéndolas también en una dimensión que es a la vez mística y terrenal».

Pero Rafael Cadenas no sólo ha alzado la voz frente al avance del neofacismo populista en su país, militante del Partido Comunista en los años 50, fue encarcelado y enviado al exilio por el dictador Pérez Jiménez. Se apartó del comunismo cuando conoció los crímenes de Stalin y comprobó que Cuba era una dictadura y no la Arcadia soñada y continúo, como lo hizo siempre, reivindicando la libertad y la democracia.

Reivindicando la libertad, pero también expresando en sus poemas el desengaño de unos jóvenes que soñaban con cambiar el mundo. Derrota es su poema más significativo en ese aspecto. Escrito en 1963, expresa el desamparo de un joven idealista ante una realidad decepcionante.

Unos versos tan bellos como desgarradores que son el testimonio de una generación marcada por la imposibilidad de cambiar las cosas, por su fracaso en construir ese mundo mejor al que aspiraban.

Que ese poema sirva de homenaje a Rafael Cadenas y a todos los poetas que siguen concibiendo la poesía como “un arma cargada de futuro”.

Derrota

Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo
que creí que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
que poco me ha faltado para echar a correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preterido en aras de personas más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas veces más burlado en mi ridícula ambición
que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo («Ud. es muy quedado, avíspese, despierte»)
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada a cambio
que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero por todas esas cosas y por otras cuya enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he podido encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo satánico
aunque a ciertas horas haya sido humilde hasta igualarme a las piedras
que he vivido quince años en el mismo círculo
que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado
que nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme, barrer todo y crear de mi indolencia, mi flotación,
mi extravío una frescura nueva, y obstinadamente me suicido al alcance de la mano
me levantaré del suelo, más ridículo todavía para seguir burlándome de los otros,

y de mí hasta el día del juicio final.

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