Ya en las primeras páginas de El italiano, último libro escrito por Arturo Pérez-Reverte que ha publicado la editorial Alfaguara, puede apreciarse que el autor fue corresponsal de guerra.
Luego, conforme vas adentrándote en la historia, aún te queda más clara esa primera percepción. El vocabulario, las detalladas operaciones militares, el placer que le descubres narrando cada escena, los gestos de heroísmo, el respeto por el que pone su vida al servicio de un ideal aunque se trate de un enemigo, el sentido del honor, el servicio a la patria dejando al margen las ideologías son cuestiones presentes a lo largo de todo el relato.
Un relato que Pérez-Reverte afirma está basado en hechos reales, y hasta que tuvo la oportunidad de conocer y conversar con algunos de los protagonistas de esos hechos.
De este modo la narración no es lineal, se inicia durante la Segunda Guerra Mundial y avanza y retrocede según las investigaciones del escritor en la época actual, para terminar, de nuevo en el pasado, una vez que ha acabado la guerra.
El acontecimiento central del argumento de El italiano no lo recogen los manuales de historia al alcance de los estudiantes de Secundaria o Bachiller. Sucedió durante la Segunda Guerra Mundial, entre 1942 y 1943, y tiene como principal escenario Gibraltar y la zona española que rodea la roca.
Allí, un grupo de buzos italianos, preparados de forma exhaustiva para la misión que han de llevar a cabo, fingen estar arreglando un viejo buque cisterna, el Olterra, de bandera italiana, amarrado en el muelle de La Línea. Es una estratagema que les permite efectuar por la noche operaciones de voladura de los barcos de guerra ingleses situados en aguas de Gibraltar. De este modo consiguieron hundir o dañar catorce barcos aliados en Gibraltar y la bahía de Algeciras.
Uno de los buzos, Teseo Lombardo, es socorrido por una joven bibliotecaria, Elena, cuyo marido, marino mercante, había muerto en Mazalquivir a resultas de un bombardeo de los ingleses. La joven encuentra a Teseo cuando pasea en la playa acompañada por su perro Argos. El hombre está inconsciente y Elena lo arrastra hasta su casa situada muy cerca.
Se inicia así una aventura con tintes homéricos, de ahí los nombres y alusiones diversas a los héroes griegos, que demuestran la admiración que el escritor siente por ellos. Esto y los conocimientos de todo lo narrado, que indican que Pérez-Reverte, como acostumbra a hacer, se ha documentado a conciencia, provoca que el interés por lo que cuenta no disminuya a lo largo de la historia, escrita con la facilidad y agilidad características del prolífico autor cartaginés.