Por Mª José Alés
Siempre es grato asistir a la publicación de un libro de poesía. Mucho más cuando tenemos la oportunidad de hacer unas preguntas a su autor.
El libro se titula Sin lugar seguro, publicado por la editorial valenciana Germanía y presentado el pasado 16 de octubre en Orihuela. El autor es el poeta oriolano José Luis Zerón Huguet.
P. Ud. empezó a escribir poesía y a publicar muy joven, ¿influyó acaso el hecho de haber nacido en una tierra tan ligada a la memoria de Miguel Hernández como es Orihuela, se considera próximo a alguna otra corriente poética? En resumen, ¿dónde están sus fuentes?
R. No creo que influyera en mi vocación poética la obra de Miguel Hernández. A mi paisano empecé a leerlo cuando tenía 16 o 17 años y yo ya conocía a muchos poetas, algunos de los cuales me influyeron, sin duda. Siempre he valorado la poesía de Miguel Hernández y he admirado su coraje, su honradez y nobleza. El Cancionero y romancero de ausencias me parece uno de los grandes libros de poesía del siglo XX. Como director de las revistas Empireuma y La Lucerna promoví homenajes al autor de El rayo que no cesa, pero mentiría si dijera que Miguel Hernández determinó mi poesía.
No me considero perteneciente a ninguna corriente poética. Aunque tengo mis gustos y preferencias, siempre he tratado de no encasillarme; no he buscado cobijo al amparo de escuelas y capillitas, de modo que siempre he estado a la intemperie, pero disfrutando de la buena poesía independientemente de donde venga.
Mis fuentes son variadas y no solo literarias. Me interesan la Ciencia, la Filosofía, el Arte… pero centrándome en la poesía puedo darle una lista de poetas que, en mayor o menor medida, han tenido que ver en la concepción de mi poética: el lenguaje de algunos profetas bíblicos, Juan de la Cruz, Quevedo, Leopardi, los románticos alemanes e ingleses, Poe, Baudelaire, Rimbaud, Nietzsche –yo creo que era más un poeta que un filósofo-, Rilke, Apollinaire, Trakl, Huidobro, algunos poetas surrealistas, María Zambrano –más poeta que filósofa-, César Vallejo, algunos poemas de Cernuda y de Aleixandre, René Char, Nelly Saschs, Paul Celan, Ana Ajmatova, T. S. Eliot, Octavio Paz, Edmond Jabés, Olga Orozco, Silvia Plath, Ives Bonnefoy, Alejandra Pizarnik, Antonio Gamoneda, J.A. Valente, algunos libros de Brines y de Colinas, Jordi Doce… Y por supuesto no quiero olvidar a mis amigos y amigas poetas, pues esta amistad me ha ayudado a madurar, a ser más exigente.
P. Centrándonos en el libro Sin lugar seguro, el hilo conductor de los poemas que contiene, agrupados en tres bloques y un epílogo, es la visita a la antigua heredad, los lugares donde vivieron sus mayores, ¿es esto real o más bien una excusa para reflexionar sobre la infancia?
R. Hay una base real, pero evidentemente también hay elementos ficticios o metafóricos. Yo no diría que es exactamente una reflexión sobre la infancia, sino sobre lo efímero y la apariencia de la realidad en continua mutación, con todas sus maravillas y horrores. Ciertamente aludo a la infancia en ocasiones, pero no es un canto elegíaco. Soy de los que piensan que si miramos demasiado tiempo hacia atrás nos quedamos petrificados, como la mujer de Lot. Con un ojo miro hacia el pasado, con el otro observo el presente. Hay una aceptación de la realidad presente, del cambio de paradigma que estamos viviendo. Además de la dualidad pasado-presente hay otras como lo tangible y lo soñado, la urbe y la naturaleza, Eros y Tánatos, la noche y el día etc. Elías Cortés ha escrito con acierto que Sin lugar seguro es un regreso a una Ítaca desolada. Añoramos el pasado porque lo embellecemos, lo idealizamos, lo sometemos a una especie de sesión de photoshop, pero en realidad nos arrepentiríamos si pudiéramos regresar al pasado, porque lo sucedido no es el espacio idealizado de nuestra memoria. La casa, la antigua heredad, es la verdadera protagonista de mi poemario y también es una metáfora del pasado irrecuperable y de la desolación que nos esperaría si pudiéramos recuperarlo tal como aconteció. Aunque ello no evita un punto de añoranza. La casa de mi poemario no es otra que el chalet donde vivían mis abuelos maternos en una partida rural de Orihuela. Era una casa rodeada de huertos y jardines. Yo pasé en ella y sus alrededores muy buenos momentos de mi infancia y adolescencia. Cuando murió mi abuelo la heredó su hijo y este la vendió. Hace unos años, visité la casa y me llevé una penosa impresión. La edificación estaba destartalada, los huertos y jardines que la rodeaban habían desaparecido; solo quedaban hierbajos y arbustos. Todo era desolación. En ese momento empecé a gestar el libro en mi cabeza. Unos días después escribí el primer poema, que es el segundo del libro y el más largo. En la casa de mi poemario también está presente una vieja alquería que todavía existe en una finca en las cercanías de Orihuela, adonde acudía con unos amigos también poetas durante mi adolescencia. Ahora paseo por la finca en compañía de mi hijo. La alquería está semirruinosa. En la finca, durante el crepúsculo o de noche, leíamos poemas y discutíamos de lo divino y de lo humano. Era nuestro sanctasanctórum. Pero estas referencias no son explícitas, pues he tratado de trascender cualquier localismo.
P. En ese viaje que realiza al pasado describe con enorme belleza todos los elementos naturales que encuentra, pero en esas descripciones se vislumbra también la tristeza de una despedida, ¿es esto así?, ¿no se puede recuperar la infancia?
R. Me alegra que encuentre belleza en mi libro. Como decía antes, en efecto no se puede recuperar el pasado: podemos recrearlo, pero irremediablemente será un pasado idealizado. Cuando recordamos la infancia tendemos a sublimarla. La recordamos como el paraíso que perdimos, cuando en realidad es una etapa iniciática de nuestra vida fascinante sí, pero también aterradora. La infancia está llena de entusiasmos y asombros… Y de miedos, incertidumbres e instintos oscuros. Usted ha percibido la tristeza de una despedida y yo no se lo discuto, si bien he de matizar que también asumo esa pérdida y miro con fascinación el mundo tangible que me circunda, abundando en los pequeños matices de la naturaleza, en todo aquello que nadie mira y que subyace bajo el manto de la apariencia.
P. Cada una de las partes de su libro va precedida por una ilustración realizada por José Aledo Sarabia en la que conviven los colores alegres con los grises, ¿nos podría explicar el significado de esa alternancia de colores?
R. Bueno, eso quizá debería explicarlo mi amigo Pepe Aledo. Yo le diré que las ilustraciones reflejan de manera inmejorable el mundo de mi libro. No son meras ilustraciones decorativas, sino la interpretación visual de mis poemas. Pepe es un artista que nunca me ha fallado, por eso confío en él. Y prueba de lo que digo es que sus ilustraciones no han pasado inadvertidas. Esa alternancia de colores alegres con los grises tiene que ver, creo, con los claroscuros de mi lenguaje poético, con los numerosos contrastes que se aprecian en mi libro y, por supuesto, con ese continuo vaivén del pasado al presente.
P. De igual modo, en algunos poemas de Sin lugar seguro aparecen personajes pertenecientes a la mitología griega: Circe, Perséfone… ¿Quizás con este libro intentaba Ud. regresar a su Itaca?
R. Cuando empecé a escribir el poemario tuve presente la referencia de Ítaca. De hecho, en la estrofa final del penúltimo poema reproduzco un verso de la Odisea. Aparecen personajes de la mitología griega y también de la Biblia. Creo extrañamiento al situarlos en el mundo actual, y al mismo tiempo encarnan todo aquello que me obsesiona en este libro: la naturaleza, el instinto primitivo, el ciclo de la vida y la muerte, el sexo, nuestro apego al pasado como un peligroso hechizo, etc. Sin embargo no es un libro que tenga mucho que ver con la mitología griega. Las referencias son ocasionales.
P. Por lo que he leído sobre Ud. parece ser que su vida gira en torno a la poesía y, afortunadamente, con gran éxito: premios, publicaciones, conferencia… Incluso estuvo casado con una poetisa, Ada Soriano. ¿Cómo se logra que la literatura dé tantas y tan variadas satisfacciones?
R. Sí, la verdad es que mi vida ha girado en torno a la poesía. Con Ada compartí y comparto la pasión por la poesía. Fundamos la revista Empireuma y nuestra primera publicación fue un cuaderno titulado Anúteba que pretendía ser un diálogo erótico-amoroso; consta de dieciocho poemas: once míos y siete de Ada.
La literatura me ha dado variadas satisfacciones pero también disgustos, no se crea; lo que pasa es que,tras una dilatada trayectoria de treinta y cinco años escribiendo y veintinueve publicando, me quedo con lo mejor, con la alegría del logro y no con el desasosiego del fracaso. Quizá porque los numerosos fracasos me hicieron madurar y adquirir cierta pericia. La literatura, y en especial la poesía, puede ser una compañera tan dulce y generosa como cruel y tiránica. Como escuché decir a un astrofísico, en la máxima oscuridad hay fotones y en la luminosidad esplendorosa agujeros negros. El esplendor y la desolada oscuridad como dos siameses en eterno combate. Y la poesía se mueve en ese oxímoron: se planta cerca del corazón y me acerca sus frutos más puros, pero también los más perversos. Por eso mismo no puedo renunciar a ella, porque sería como renunciar a una parte importante de mi vida.
Publicación : 20 de noviembre de 2013