Escribe José Luis Borges en el prólogo del libro que hoy traigo a Opticks: Podemos conocer a los antiguos, podemos conocer a los clásicos, podemos conocer a los escritores del siglo XIX y a los de principios del nuestro, que ya declina. Harto más arduo es conocer a los contemporáneos. Son demasiados y el tiempo no ha revelado aún su antología. Hay, sin embargo, nombres que las generaciones venideras no se resignarán a olvidar. Uno de ellos es, verosímilmente, el de Dino Buzzati. El desierto de los tártaros es acaso su obra maestra”.
Al igual que hace algunas semanas, busco en las estanterías de mi biblioteca aquellos libros que me apetece volver a leer, ya sea por el placer de esa lectura o porque las circunstancias ambientales lo requieren.
Esta vez he elegido El desierto de los tártaros, obra editada bellamente por Gadir que me recomendó mi amigo Manolo allá por el año 2007.
El desierto de los tártaros cuenta la historia de un joven oficial, Giovanni Drogo, que, al terminar sus estudios militares, es destinado a una fortaleza perdida en la frontera de un país imaginario, la fortaleza Bastiani. Al otro lado de dicha fortaleza se extiende “el desierto de los tártaros”.
El régimen militar que el joven encuentra en su nuevo destino es estricto, todo está controlado y preparado por si se produce un ataque desde ese desconocido desierto.
Ante una situación que no se ajusta a sus expectativas de futuro, Giovanni Drogo decide regresar a su ciudad natal, pero siempre hay algo que lo retiene y, poco a poco, esperando alcanzar la gloria que una posible victoria sobre esos tártaros tan temidos le depare, se integra en la rutina cuartelaría, alejándose cada vez más de la vida de aquellos compañeros que abandonan la fortaleza y retoman la existencia que antes llevaba él y que esperaba recuperar.
Hasta tal punto el ambiente que le rodea en ese destino no elegido influye en su ánimo y mediatiza sus percepciones, que al regresar a su casa durante un permiso, todo le parece tan ajeno, que agradece la vuelta a lo que ya se le ha hecho habitual.
Así pasan y pasan los años, el militar continúa inmerso en una pasividad anestesiante que prima el anhelo de seguridad frente al riesgo y que le hace buscar justificaciones para una espera en las que se han ido frustrando sus expectativas personales.
El desierto de los tártaros es un libro extraordinariamente bien escrito que provoca un desasosiego interior por la maestría que ha tenido Dino Buzzati al crear un ambiente opresivo lleno de normas, que ante la no llegada de los tártaros, caen en el absurdo (se le ha comparado con Kafka), pero cuya repetición infunde seguridad a quienes las practican.
Junto al ambiente, los distintos personajes están perfectamente caracterizados. Aunque entre ellos sobresale Giovanni Drogo, prototipo de los que temen a la libertad (siempre el miedo), ponen excusas para actuar y se sumergen en rutinas más o menos embrutecedoras, orientadas desde el poder, que apaciguan el ansia de cambio e impiden el desarrollo de cualquier tipo de potencialidades personales que no sean las requeridas por los constructores de fortalezas.