Hoy quiero hacer valer mi condición de lectora empedernida para comentar un libro de Carmen Mola, esa famosa escritora fantasma que, emulando a Elena Ferrante, ocultaba su rostro y su presencia tras un protector y ocurrente seudónimo.
Una ocultación que ha hecho desaparecer el jurado del Premio Planeta 2021 al conceder dicho premio a su obra La Bestia; lo que ha sacado a la luz que tras ese seudónimo no se escondía una mujer sino tres hombres: Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Santos Mercero.
Así que, atraída por la polémica que acompaña al descubrimiento de las tres identidades masculinas, he leído el último volumen de la trilogía que hizo famosa a Carmen Mola, iniciada con La novia gitana (2018), continuada con La red púrpura (2019) y terminada con La nena (2020), libro que traigo a Opticks.
Repito lo de mi condición de lectora empedernida porque, desde las primeras páginas de la obra, me di cuenta de que no estaba escrita por una mujer. Explicar el porqué resulta complicado. Simplificando yo diría que es por el modo de mirar y plasmar sobre el papel esa mirada.
Desde que recuerdo, me gustan tanto la novela negra como la policiaca: Agatha Christie, Patricia Highsmith, Camilla Lackbert, Alicia Jiménez Barlett, Donna Leon, Fred Vargas…, son mujeres que escriben sobre crímenes más o menos horrendos y los protagonistas de sus libros resuelven oscuros casos por intrincados vericuetos que sorprenden y hacen pensar al lector. Pero todas estas autoras comparten una determinada manera de mirar y al escribir se nota.
Por otro lado, debo decir, contradiciendo a la mayoría de opinadores, que La nena no entra dentro de la lista de mis preferidas, aunque reconozco que la trama que plantea está muy bien llevada; eso sí, a seis manos.
De nuevo la inspectora Elena Blanco, que a raíz de lo ocurrido en La red púrpura dejó su cargo y ahora es una guapa y bien vestida ejecutiva que recauda fondos para una fundación de ayuda a Myanmar que preside su madre, una dama de elegancia exquisita, se ve envuelta en la investigación que llevan adelante sus antiguos compañeros de la BAC con el objetivo de encontrar a Francisca Olmo (Chesca), otra inspectora a la que conoció y ha desaparecido.
Puntualizo, aceptando que está bien diseñada la trama, lo que me gusta poco es la acumulación de detalles morbosos: las violaciones explícitas y con todo detalle, los cerdos maltratados y los disminuidos de libido potente, el hacer picadillo a las violadas para después comérselas, los mordiscos, la niña rubia de aspecto angelical que lo contempla todo. Esto me sobrepasa.
Tal vez alguien dirá que me he quedado atrás, que mis gustos son bastante anticuados. Pero una obra que no me enseñe nada, sea historia, geografía, literatura, arte; incluso, comidas, costumbres o ritos. Una obra que no incida en la psicología de los personajes, analice en profundidad actitudes y comportamientos con el objetivo de despistar al lector; que intente destacar a base de detalles truculentos y modernos personajes de “genero fluido”, me aporta poco y me interesa menos.