LA VIDA JUEGA CONMIGO

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El año 2017 consiguió el Premio Internacional Booker un escritor judío desconocido para mí, David Grossman, y no el que se consideraba favorito en aquella ocasión, el también judío Amos Oz, al que sí conocía ampliamente y valoraba en grado sumo.

Ese hecho me impulsó a buscar alguna obra de David Grossman que resultase representativa de su manera de escribir y elegí La vida entera, novela que me pareció extraordinaria y comenté en Opticks en julio de ese mismo año.

David Grossman (1954)  y Amos Oz (1939-2018) pertenecen al grupo de escritores judíos pacifistas y no nacionalistas deseosos de un entendimiento entre los distintos grupos humanos que pueblan Palestina. Así que en sus obras aparecen esos grupos humanos despojados de toda clase de fanatismo, demostrando que por encima de las ideologías, que separan y enfrentan, está el hecho común de ser persona.

Hoy traigo a Opticks un libro de David Grossman que acaba de publicar la editorial Lumen. Se titula La vida juega conmigo y se basa en una historia real en la que, al contrario de lo que sucede en la mayor parte de los libros de estos dos autores, los sucesos narrados no tienen como escenario Israel, sino sobre todo los territorios de la antigua Yugoslavia.

Cuenta David Grossman que una mujer judía, Eva (Vera en la novela) se puso en contacto con él para comentarle un artículo político que había publicado. La forma de expresarse de la mujer, su apasionamiento y su claridad en la defensa de unos determinados valores, hicieron que se interesase por su historia.

Eva le contó que vivía en Israel pero había nacido en Croacia; que se casó con un oficial serbio, tuvo una hija, Nina, y en el enfrentamiento de Tito con los rusos, su marido, acusado de traición, murió poco después de que lo detuvieran. Al tratarse de un militar de prestigio y héroe de guerra, la presionaron para que apoyase la denuncia y quedar ellos bien ante la sociedad. Si lo hacía, podría volver a casa con su hija; si no, la niña se quedaría sola a merced del ejército de Tito.

Pese a lo terrible de la decisión, Eva eligió la verdad: su marido, al que amaba y del que siempre admiró su bondad y lealtad a los valores que ambos compartían, no era un traidor. Esta decisión determina que sea condenada a trabajos forzados en la isla-prisión de Goli Otok. Durante el tiempo que permanece allí, sometida a penalidades de todo tipo, Eva nunca supo qué le había pasado a la niña.

En la novela, Vera-Eva celebra en el kibutz, en el que vive desde que llegó a Israel con su hija Nina adolescente, su 90 cumpleaños. Se reunirá la gran familia en la que se integró al casarse con Tuvya, que acababa de enviudar a su llegada y tenía también un hijo adolescente, Rafael. Esta gran familia, incluido Rafael, quiere y admira a una mujer valiente y empática que no se arredra ante nada y que transmite optimismo y alegría.

Lo que ocurre es que el recuerdo de la decisión que tomó y el modo como eso afectó a Nina, siguen en el interior de la anciana y le causan un dolor imborrable que no desea reconocer y a nadie confiesa.

La narradora de los acontecimientos que suceden es Guili, nieta de Vera-Eva e hija de Rafael y Nina, que estuvieron juntos nada más que tres años y medio. Luego Nina los abandonó y Rafael tuvo que cuidar a la niña solo, mientras trabajaba filmando películas, afición que ha heredado Guili.

El cumpleaños reúne a tres mujeres de personalidad compleja (muy del gusto del autor); dos de ellas llenas de resentimiento por un abandono que consideran injusto, y un hombre, Rafael, para el que Nina continúa siendo la única mujer a la que siempre quiso.

Los acontecimientos se precipitan. Nina confiesa a Rafael que una enfermedad progresiva la está dejando sin memoria y desea que su madre le cuente todo lo que ha vivido hasta ese momento, recorriendo los lugares en los que transcurrió su vida y conservando, gracias a la cámara que manejará Rafael, paisajes y conversaciones.

Rafael pide a Guili que los acompañe y que le ayude con la grabación. Inician así un extraordinario viaje a través del recuerdo y la memoria. Cuenta David Grossman que para escribir la novela, como acostumbra a hacer antes de iniciar un relato, visitó aquellos sitios de los que le habló Vera para entrar en el fondo de lo narrado y no omitir ningún detalle.

Quizá por esa razón los libros de Grossman son tan intensos. Además del profundo análisis psicológico que realiza de cada uno de los personajes, en general seres atormentados, impresiona la cuidada descripción de paisajes, ambientes y costumbres.

La vida juega conmigo es un libro duro, más aún sabiendo que está basado en hechos reales. Sin embargo, yo destacaría el amor sin condiciones que encontramos en sus páginas.

Un amor tan profundo y especial, que logra conducir a los protagonistas al perdón que enriquece y a la esperanza que conforta.

 

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