TRIGO LIMPIO

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Elegí la lectura de Trigo limpio, libro que acaba de publicar la editorial Seix Barral, está escrito por Juan Manuel Gil y ha recibido el Premio Biblioteca Breve 2021, sobre todo por dos razones: La primera, porque el autor, desconocido para mí hasta ahora, nació y vive en Almería, donde también viví yo durante un largo tiempo. La segunda, por la calidad del jurado que otorga el Biblioteca Breve.

Más tarde, antes de empezar a leer, amplié la información que tenía de Juan Manuel Gil  y me enteré de que, además de haber publicado ya una buena cantidad de libros, estar licenciado en Filología y ser profesor de lengua y literatura, había sido becado por la Fundación Antonio Gala.

Con todos estos datos, abrí el libro y, desde la primera página, advertí el cuidado que pone en su escritura el autor almeriense. Un cuidado que poco a poco comprendes que no procede sólo de su beca y de los distintos estudios que ha realizado, sino que responde a algo más profundo.

Yo diría que procede del amor por la literatura y los buenos libros en general y también, por supuesto, que se debe a ese don especial que poseen algunas personas para contar historias y hacerlo bien.

La historia que ya adulto nos cuenta Juan Manuel Gil en Trigo limpio (aquí conectamos con la llamada metaliteratura), tiene como principal escenario un barrio de Almería a finales de los 80 y principios de los 90. Se inicia con las protestas de todo el barrio por la construcción del cercano aeropuerto y las muchas molestias que eso les ocasiona a los vecinos.

En dicho escenario, el autor-narrador, que lo hace en primera persona, atraviesa la valla del aeropuerto y corre por las pistas tras un balón. La Guardia Civil interrumpe su carrera y lo encierra en un habitáculo cutre sin ventanas, al que después hará entrar a un enigmático personaje llamado Huáscar, que habrá de tener un importante papel en el desarrollo del relato.

La pandilla del narrador la integran cuatro niños entre los 11 y los 12 años: el narrador, el que murió años después debido a un fallo multiorgánico (será conocido a lo largo de la novela como el del fallo multiorgánico); el del síncope a los treinta y poco (le conoceremos como el del síncope), y Simón, que llegó al barrio junto con sus padres y lo abandonó a los dos años casi sin despedirse.

La vida de los cuatro amigos, las aventuras y desventuras que vivieron durante esa etapa de la pubertad, está narrada sin nostalgia, más bien con humor y una cierta ternura, desde la distancia de una persona adulta que se ve forzada a realizar un ejercicio de memoria, tras recibir un inesperado correo electrónico de Simón que le felicita por un libro recién publicado en el que habla del barrio, y le anima a escribir otro profundizando en el tema, para poco después desdecirse en un nuevo mensaje.

La contradicción entre un mensaje y otro despiertan el interés del escritor, que construye la novela alternando los pasajes en los que habla de la infancia y su encuentro con Huáscar con todo lo acontecido tras recibir el correo de su antiguo amigo.

A lo largo del libro son frecuentes las referencias, en ocasiones humorísticas, a los editores, las dificultades a las que ha de hacer frente un escritor y a la construcción de una novela en sí. En Trigo limpio aparecen los llamados pasadizos, físicos en el barrio y literarios en el texto, que conectan los diferentes apartados de la historia con importantes obras de la literatura que Juan Manuel Gil enumera al final.

A veces resulta muy complicado, y esta es una de ellas, resumir la riqueza argumental y formal de un libro en las líneas en que acostumbro a hacerlo.

Y es que en Trigo limpio hay un buen número de aspectos destacables. Desde la elaboración del relato alternando tiempos y estilos; la variedad de los personajes, inolvidables y perfectamente caracterizados; hasta la diversidad de las cuestiones tratadas, incorporando en ese tratamiento elementos propios de la novela de aprendizaje, de aventuras, de misterio, de la comedia, del drama…

Así que, con el objetivo de profundizar en la fabulación literaria propia de Juan Manuel Gil, terminaré con la explicación que el narrador da a ese Simón, que podría ser cualquiera de nosotros, sobre cómo concibe la novela: Lo que Simón no sabía, ni tenía por qué, es que el tipo de novela que más me gusta nunca es trigo limpio. Antes, si acaso, todo lo contrario. Creo que para que una historia arraigue en el pecho de cualquier lector, es conveniente no trillar ni aventar el grano hasta el punto de dejarlos solo, inmaculado, lúcido. Las pequeñas piedras, la tierra, el polvo, las espigas y otras semillas han de estar ahí, junto al trigo. Porque si no, cómo va a brotar el desconcierto, dónde se va a guarecer el misterio, de qué manera se va a enturbiar la verdadera emoción.  

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