Por Martín Hernando @mardemartinica
Te roban un segundo y te invitan a un recuerdo. Sin darte cuenta lo has visto y giras de nuevo la cabeza. Y ahí está: “Aceptando el mundo comienzas a cambiarlo”. Dos días después, en una discusión, te vuelva a la cabeza. Y ya está. Bienvenido.
Es BoaMistura, un colectivo de artistas urbanos nacido en Madrid 2001. Del portugués, “buena mezcla”, expresa la diversidad de formaciones y puntos de vista de sus miembros, que se influencian y se mezclan para un resultado único. Son arquitectos, ingenieros, publicistas y bellos en artes. Son Javier, Rubén, Juan, Pablo Purón y Pablo Ferreiro. La receta perfecta para el arte y la fé.
Antes de entender que para pintar en otro barrio es necesario entenderlo, BoaMistura ya se llamaba BoaMistura. No sabían entonces que el barrio donde por primera vez pintaban su nombre aún hoy les recordaría, y no sólo porque conserve su impronta. Por entonces esperaban pintar en sitios grandes, importantes, sentir su arte reconocido. Sin embargo, la alegría llegó cuando alguien les puso a pintar en un suburbio, les tocó el corazón y les pidió que dejaran libres las manos. Cuando en Ciudad del Cabo alguien les dijo a los ojos que de ellos podría depender el nuevo Mandela.
Por barrios de medio mundo les ha llevado el tiempo, la amistad y el talento. Por el trabajo que hicieron allí ahora les hacen encargos para hoteles, ferias y lugares de renombre. Pero BoaMistura pinta corazones con diamantes dentro, y les brillan los ojos cuando alguien les pregunta por la esperanza que dibujan. Aseguran que son ellos los agradecidos mientras perfilan desde un dibujo la palabra alegría.
Se entienden como uno. Todos piensan, todos ejecutan. Todos se estremecen cuando ven cómo la gente admira lo que pintan. Vivir en una favela, pintarle un sueño a la calle, tratar de mejorarte la vida, y así la de la gente. Hablar para que se entienda, directo, preciso, en el idioma que cada uno necesite. BoaMistura sabe decir “Doçura”, pintar “Imagination” y recorrer los ingrávidos trazos árabes que reúne la frase “Acaricia cada instante”.
¿Qué es BoaMistura?
BoaMistura sigue siendo lo mismo hoy que hace 11 años cuando nos juntamos por primera vez. Un grupo de cinco amigos que les encanta crear y hacer cosas juntos, porque vimos desde el primer momento una conexión humana, y luego artística, que nos unía con un lazo muy fuerte. Javi y yo (Pablo) somos amigos desde el primer día de colegio. Pablo (el otro) y Juan, del instituto. Rubén, es de una generación o dos más mayores. Al principio éramos 10, y luego algunos lo van dejando. Eso que nació como un hobby en el barrio, en la Alameda de Osuna, sigue vivo hoy. Aunque vivamos en distintos lugares.
Y os hicisteis grandes.
Sí… De una forma gradual y totalmente improvisada. En el colegio nos juntábamos a pintar los fines de semana. De repente empezaron a llamarnos de festivales, de pequeños negocios, o de Barcelona. Y los fines de semana ya no nos llegaban. Cuando acabamos la carrera, no queríamos frenarlo y decidimos dedicarle todo nuestro tiempo, así que alquilamos nuestro estudio en Malasaña. Hace tres años y medio.
Tenéis el local muy bien pintado.
¡Sólo faltaba! ¡Y eso que aquí manchamos mucho!
¿Pintáis ahora como pintabais entonces?
No… Al principio, pintaba cada uno su parte. El primer mural es un montón de cosas que pertenece a nuestros archivos secretos. Empiezas pintando tu nombre… Las razones que tiene cada uno para pintar en la calle son muy distintas, y hay tantas como gente trabajando en la calle. Y con 12 años era lo que nos salía. Aún así, también nos juntó el hecho de ir más allá de la mera repetición de nuestros nombres, sino ir más allá.
Entendéis el color de una forma particular.
Hoy utilizamos el color según el lugar donde vayamos a intervenir. Entendemos el arte en la calle como anclado a un sitio. Un cuadro mañana te lo pueden pedir de Nueva York o de Conde Duque, y para allá que va. Lo que está en la calle nadie se lo va a llevar. Nadie se va a llevar la pared que tenemos ahí afuera. Por eso la obra tiene que estar en perfecta armonía con el lugar. Antes de ponernos a trabajar, tenemos una fase de reflexión donde discutimos qué tiene sentido en ese lugar. Y a veces te pide color, y a te veces te pide blanco, como es en Madrid, donde trabajamos mucho con blanco porque es una ciudad muy saturada de graffitis, de publicidad, de estímulos, y te pide casi limpiar, que es lo que hacemos con nuestra serie de “Poesía bajo el blanco”. Aplicamos el blanco (utilizando el color que hay debajo) generando retratos.
Los lugares de “Crossroads”, casi siempre zonas calientes con graves problemas de pobreza y violencia, nos piden color. Para destacar así el brillo y el color de la gente que vive allí.
Vuestros trabajos de hoy miran hacia el futuro, y con esperanza, con valores básicos ¿Cómo llegan los mensajes positivos?
Eso empieza en marzo del 2010, cuando viniendo de Berlín un galerista nos invita a pintar en Sudáfrica. Pues imagínate, estrellas del rock, a pintar fachadones. Y de repente te das cuenta de que estás en una comunidad muy complicada llena de gángsters. Paseando por allí, hablando con los mayores, nos dijeron: “Quién sabe si el próximo Mandela puede ser cualquiera de los niños del barrio y sólo necesitaba su chispa de inspiración. Cualquier cosa que hagáis va a tener mucho peso en estos niños”. Eso dijeron… Y a nosotros, eso, nos caló hondo. Ese día fue el punto de inflexión. Entendimos la responsabilidad que tienes como artista urbano de trascender más allá de la estética. Y vimos cómo los niños leían los mensajes que nosotros escribíamos.
¿Alguna vez cambió la idea original que llevabais una vez que habéis conocido la Memoria del lugar donde ibais a pintar?
Totalmente. Siempre. De hecho, ya no vamos a los sitios con una idea preconcebida. Puedes tener intuiciones… Y siempre vas con tus imaginarios que, al llegar, puede que algo los despierte. Por ejemplo, acabamos de volver de Georgia, donde no teníamos pensado intervenir. Íbamos para un taller con chicos sordomudos y dando un paseo por allí cerca, nos enseñaron un campo de refugiados increíble, donde familias enteras habían ocupado un colegio abandonado y vivían en las aulas… Y dijimos, aquí hay que hacer algo. Todos estuvimos de acuerdo en que aquel lugar nos pedía una obra que habíamos hecho antes. Es una mano de donde brotan unas hojitas. Una mano arrancada, una vida arrancada de donde estaba, pero que de su herida ve crecer vida.
Si lo que queremos hacer no mejora lo que ya hay en el sitio, no lo hacemos. Al final la calle es un espacio de todo el mundo, ni nuestro ni del Ayuntamiento. La calle es una galería muy democrática, la que más, pero eso también implica que sea la más impositiva, porque lo que pintas es para el que le gusta y para el que no. De ahí nuestra responsabilidad de mejorar lo que ya hay.
¿Y si algo finalmente no queda mejor que lo que había antes? ¿Lo pintáis otra vez de gris? No me lo creo…
De hecho, en Madrid hicimos una serie trabajando sólo con gris. Gris como los parches que usa el Ayuntamiento para borrar, que ni siquiera tienen el mismo gris, cada uno borra como le da la gana y es más feo el arreglo que como estaba. Por eso nosotros hacíamos otro parche, enorme, que cubría todo, y tenía un vaciado con unas letras con frases alusivas al color, como “Madrid te quiero en colores” o “La vida podría ser de color de rosa”… Frases irónicas pintadas a plena luz del día y vestidos de operarios. Al Ayuntamiento no le gustó la idea y borraba nuestros mensajes como máximo en una semana. Un día nos cazaron y nos cayó una multa de 6.000 euros por pintar en gris las palabras “Azul Cielo”.
Pero, y entonces ¿la palabra “Negro” cuánto costaría?
Si va por color, imagino que por ese, 12 mil. Pero en fin, en el mismo momento le explicamos al funcionario que sólo estábamos pintando de gris una pared que ya tenía muchos grises, pero que si lo prefería, lo pintábamos todo uniforme. Sin embargo, eso no fue suficiente y, a pesar de que lo hicimos, mantuvo la multa y además nos sumó 300 euros o así por tener que enviar 2 operarios, 3 horas, a restablecer el color de la pared. Después de un largo proceso, gracias a que la Policía dijo que nosotros sí lo habíamos arreglado y, al no coincidir las declaraciones, nos absolvieron. Hubo alguien con dos dedos de frente, pero lo malo es que te sale más a cuenta irte a otro país a hacer tu proyecto que en tu ciudad.
Debe ser muy complicado pintar cinco como uno solo.
No es sencillo, no. El graffiti tiene mucho que ver con el ego y, de hecho, nació como la repetición del nombre de uno sobre el de otro. Renunciar a tu ego personal a favor de un todo significa que al final tú mismo no sabes lo que has aportado. En alguna fase del proceso estamos todos, de alguna manera, y aunque pinten sólo dos tú lo sientes como totalmente propio. Consiste en renunciar a tu ego a favor de un resultado final, que nosotros creemos que es mejor que si fueran cinco resultados diferentes.
Os conocisteis siendo niños y muchas veces trabajáis con niños. ¿Es mejor trabajar con ellos que con los adultos?
Es energía. En “Crossroads”, serie de arte urbano participativo en comunidades conflictivas, nunca hacemos convocatoria pero exigimos convivir con la comunidad antes de empezar. Uno no puede tratar de promover un cambio en el barrio sin estar dentro del barrio. No puede irse al hotelazo cuando cae la noche y la cosa se pone fea. Así que primero te ven por ahí, comes donde comen ellos y por la noche compartimos ideas. Cuando vas a empezar a pintar, en vez de comprar 5 brochas y 6 cubetas, compras veinte de cada. Y siempre son los niños los primeros que se acercan a ver qué estás haciendo, a preguntar. Les ofreces pintar y en cuanto uno agarra la primera brocha, al rato son quince. Y detrás vienen las madres y, si lo consigues, luego aparecen los padres. Y si has llegado hasta ahí, ya estás dentro. Ganas a los adultos porque ven que es bueno para sus hijos.
Mandáis mensajes como “Ama lo que haces”. Frases llanas y sencillas. ¿Por qué mensajes tan claros?
Nuestra manera de expresar los mensajes que queremos transmitir exige que no necesites un segundo vistazo. Están en la calle, donde hay muchos estímulos y distracciones y no tienes dos segundos para mirar. Queremos que en el segundo que miras, te cale el mensaje. Y creemos que hace falta esta positividad. Cada vez que recibimos un mensaje donde alguien nos dice que algo que hemos pintado le ha alegrado el día, nos reafirma en hacer lo que hacemos. Y lo hacemos amándolo.
En muchos lugares el arte urbano refleja, entre otras cosas, una manera de recordar un pasado violento y sus víctimas. ¿Cómo debe escribir el arte urbano la memoria? Porque vosotros pintáis más para el futuro que para el pasado…
El arte urbano es hostil. Efímero. Nace, envejece y muere. Y a veces nace casi muerto. Y hasta nos gusta esa condición, ese lado romántico. Colaboramos a la memoria pintando juntos. Y, con suerte, ellos también lo recordarán mañana, porque produjo algo. En Brasil, en una encuesta todos mencionaban sobre todo aquellos días juntos. Involucrar a la población creo que facilita hacer memoria en el futuro. En 10 años la lluvia o el calor habrán borrado la intervención. Pero lo que ellos hicieron juntos permanece.
¿Construís memoria?
Ojalá. Al menos algo que invita a la memoria. Como dos personas que un día se encuentran y recuerdan aquel día que hicieron algo juntos. En este caso, pintar su calle. Y su recuerdo dura más que la propia obra.
En Panamá pintasteis un edificio enorme con las palabras “Somos Luz”.
El Chorrillo es un área roja de la capital donde en 7 calles hay 17 bandas muy violentas enfrentadas. Se disparan de edificio a edificio y casi no podemos trabajar allí. Pero bajo la costra que tiene ese barrio que todo el mundo evita, hay una gente maravillosa, les propusimos una fachada donde pintar y les pareció bien. Incluso a la banda de la zona. Elegimos una exterior al barrio, porque no tenía edificio enfrente desde el que disparar y pasa por delante la Quinta Costera, autopista principal que va de la zona financiera a una zona bien y pasa por el Chorrillo. Queríamos cambiar la percepción de aquellos que pasan por esa carretera sin siquiera mirar al barrio. Decirles Aquí Somos Luz. Le pusimos muchos colores, recordando cuando en los 90 el barrio fue reconstruido como barracones y cada uno se pintaba su puerta. Pero esta vez lo pintamos aunando a todo el edificio. En vez de pintar cada puerta de un color, utilizamos parches de color que seguían las letras de Somos Luz, por lo que un vecino compartía, por ejemplo, el morado con otro y éste, a su vez, el rojo con el de arriba. Todos somos uno. Les dejamos unos cuantos botes, para que cuando toque, vuelvan a pintar juntos. Realmente es un edificio de gente llena de luz y de alegría.
¿Qué es lo mejor que habéis hecho?
Apostar por esta vida que llevamos. Hacer lo que quieres, con quien quieres y de la manera que lo quieres hacer. En cuanto a nuestras intervenciones, destacaría cualquiera de la etapa “Crossroads”, y especialmente Brasil porque para nosotros significa mucho. Si Sudáfrica fue un pico, un volantazo en nuestro trabajo, Sao Paulo fue el clímax porque ahí juntamos todos los factores que nos gustan. Fue el momento de encontrar la manera de hacer las cosas. Luego tuvimos la suerte de que se repitiera en otros lugares.
¿Qué os gustaría hacer si os dejaran?
Terminar un proyecto en Brasil que consiste en la transformación completa de un morro. O algo más pequeño: poder desarrollar en Madrid nuestros proyectos. Tener una idea y llevarla a cabo en casa, sin problemas.
Y para acabar… ¿cómo os gustaría ser recordados?
Como unos tíos majetes. Y que hacen bien lo que hacen. Cuando alguien nos envía una foto con alguno de nuestros trabajos tatuado es increíble. Desde Méjico, desde Sudáfrica. Imagínate, alguien a quién le llegó lo que hacemos y decidió tatuárselo para toda la vida. Sobran las palabras.
Y uno se queda pensando en una frase suya: “Callar es gritar intensamente”
Lee la entrevista en el nº13 de Opticks Magazine «Memoria» https://www.opticksmagazine.com/anteriores.php?num=13
Publicación : 06 de marzo de 2014