EL VERANO EN QUE MI MADRE TUVO LOS OJOS VERDES

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Vuelvo de la biblioteca con un libro que, al parecer, ha tenido gran aceptación entre los usuarios; se titula El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, está editado por Impedimenta y es la primera novela de Tatiana Tîbuleac, escritora moldavo-rumana, periodista de formación.
Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás.
Esas líneas con las que empieza la novela y bastantes más en las que se refiere a su madre, me hicieron pensar que la persona que nos cuenta la historia era una chica. Hay determinadas observaciones y reacciones que, por mi experiencia personal y literaria, intuyo que son más propias de alguien del género femenino.
Sin embargo, conforme avanza la lectura, descubres que el narrador es Aleksy, un adolescente de diecisiete años que acaba de terminar sus estudios en un centro para jóvenes con problemas.
Poco a poco te adentras en una historia que avanza y retrocede según interesa a Aleksy, cuyos planes para pasar las vacaciones se ven alterados cuando su madre le obliga a trasladarse con ella a un lugar de Francia, cerca del Atlántico, en el que ha alquilado una vivienda en la que pretende  convivir con ese hijo que parece odiarla.
En circunstancias normales no se debería decir nada más y que los lectores descubran por sí mismos lo que acontece progresivamente en la narración. Lo que ocurre es que en la contraportada del libro se aclara gran parte de lo acontecido.
Así sabemos que Aleksy es un importante pintor al que su psiquiatra recomienda, como remedio al bloqueo artístico que sufre, que reviva mediante la escritura las circunstancias que vivió el verano citado; incluso, especifica algunas de esas circunstancias: la muerte de su hermana, el rechazo de su madre y la enfermedad que la está consumiendo. Hasta se adentra en el desenlace: Este es el relato de un verano de reconciliación, de tres meses en los que madre e hijo por fin bajan las armas, espoleados por la llegada de lo inevitable y por la necesidad de hacer las paces entre sí y consigo mismos.
El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes se lee en pocas horas y con facilidad, no hay extensas reflexiones ni estudios psicológicos exhaustivos, sólo breves descripciones poéticas, mucha acción y emociones primarias, expuestas por medio de frases cortas y directas que atrapan al lector desde esas primeras líneas ya señaladas.
Escucho que, dado el éxito obtenido con esta primera novela, Tatiana Tîbuleac ya ha publicado una segunda que, supongo, estará también acorde con los acelerados tiempos que vivimos; o quizá no. Habrá que leerla.

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