Siempre resulta grato escribir sobre un libro que consideras tiene muchas y variadas cualidades. Pero si ese libro es el primero que le publican a su autor, y si, además, ese autor es un joven amigo, la felicidad para quien ha de escribir sobre él, al menos en mi caso, aumenta en grado sumo.
Triscuspascos, publicado por Anaya y escrito por Octavio Ferrero, es una ingeniosa y singular historia dedicada a los niños a partir de 8 años, y que estoy convencida agradará a los lectores de cualquier edad.
Cuenta su autor que la historia se le ocurrió durante un largo viaje con su hijo y su esposa cuando, al buscar distracciones para aligerar el trayecto, jugaron a inventar palabras raras de pronunciación difícil basadas en los balbuceos del pequeño Marco, que les divirtieran a los tres.
Así nació Triscuspascos, que en el libro procede de la imaginación de una niña, Sofía, que explica todo lo concerniente a dicho personaje: aspecto, aparición, carácter, aventuras… a su hermano menor.
La historia, dividida en siete capítulos, cada uno de los cuales corresponde a una noche, y un octavo titulado A la mañana siguiente, está adornada con los coloristas, divertidos y geniales dibujos de David Pintor, y va bastante más allá de lo que puede suponer la curiosidad del nombre, ya que explora las relaciones familiares cuando el protagonismo de la hermana mayor, en este caso de Sofía, desaparece al nacer su hermano, que un poco más crecido que al suceder los hechos, escucha el relato, entre sustos y llamadas a la madre.
La niña inventa un personaje: una bola de pelo rojizo con grandes ojos amarillos y una boca enorme llena de dientecitos puntiagudos, apariencia poco tranquilizadora para el pequeño. Además, esa bola peluda habla: Por entre tanto pelo, allá por donde debía caer la barriga, sobresalían dos manitas con cinco dedos no más grandes que un dedal, que abría y cerraba cada vez que decía “triscuspascos piscas puscos”.
Sofía aprovecha el misterio de la noche para contarle a su hermano la historia del monstruito al que ella llama Triscuspascos. Así que durante siete noches somos espectadores, gracias a la claridad del texto y a lo ilustrativo y detallado de los dibujos, de una serie de desastres acaecidos en la casa, los que pueden provocar las argucias de una niña que requiere atenciones.
En cada uno de esos capítulos el autor, siempre por boca de la protagonista principal, incluye una retahíla de sucesos en orden cronológico, a la que va añadiendo acciones que explican la apertura del agujero por el que apareció Triscuspascos.
Así en el primer capítulo es la piña que cae sobre el pie desnudo de la tía Dalia, que le da una patada a la mesa del desayuno, que hace caer la jarra de zumo, que el papá intenta atrapar en el aire, provocando la caída de su silla, que golpea una baldosa, que deja el agujero a la vista. En el segundo capítulo se añade otra acción y así sucesivamente. Esta forma de narrar en los cuentos para niños, además de divertir, estimula la memoria y es una estrategia de composición instructiva y muy interesante.
Los últimos acontecimientos narrados en el libro, como es lógico, suceden en el capítulo final, “A la mañana siguiente”; ahí el narrador, en un inteligente juego por parte de Octavio Ferrero, va a ser otro.
Lo que supondrá una nueva y didáctica sorpresa para los lectores.