Como descendiente de mujeres que han trabajado en el medio rural y, en cierta manera, influenciada por las obras que ha escrito sobre su profesión el veterinario James Herriot, alguna de las cuales he comentado en Opticks, me dispongo a leer Tierra de mujeres de la escritora cordobesa y también veterinaria María Sánchez.
Pronto descubro que María Sánchez no habla en este libro de su profesión, sino que se dedica a reivindicar, desde una perspectiva feminista, el papel que las mujeres han desempeñado y desempeñan en el medio rural.
Un papel que nunca ha sido reconocido ni tan siquiera por ellas mismas, que han realizado las mismas tareas de generación en generación sin rebelarse y sin otorgarles un valor especial; con total naturalidad han continuado haciendo lo que se hacía. Así dice refiriéndose a su madre: Fue a ella a la que le tocó dejar de ir al colegio con catorce años para ir a trabajar a la aceituna. No renunció, no habló, no se quejó. Era lo que había.
María Sánchez se centra sobre todo en el desarrollo de este ensayo, además de en sus observaciones diarias y en los estudios realizados por otros escritores a cerca del papel de la mujer en diferentes campos, en las figuras concretas de tres mujeres de su entorno más próximo. Estas figuras, que identifica con el alcornoque, el huerto y el olivo respectivamente, ocupan los últimos capítulos del libro y están descritas con una gran ternura.
La primera es la tatarabuela Josefa (Pepa – alcornoque): Era una mujer de carácter. Era ella la que llevaba la casa y tomaba las decisiones. Era el cerebro y corazón de la casa. La aorta principal que sostenía a los demás y los hacía latir.
La abuela Carmen (huerto): Mi abuela no sabe escribir pero lleva el huerto ella sola… Sabe cuidar unas gallinas, arreglar las aceitunas, hacer conservas… Sabe preparar un huerto para el frío, encalar las paredes de su casa… Ir a la cooperativa… Llevar las cuentas. Es una mujer fuerte y nunca le ha pesado quedarse sola.
Su propia madre (olivo): Mi madre se llama Carmen, como su madre. Desde pequeña tenía que ayudar a sus padres y abuelos en el olivar. A veces se escapaba a jugar en el arroyo, hacía trastadas y se escondía para no volver a la aceituna.
Tierra de mujeres es una obra realista, escrita con rabia al ver como muchas mujeres a lo largo del tiempo han aceptado lo que consideraban su destino, sin comprender hasta qué punto resultaban importantes sus tareas, tanto en términos económicos, como para la pervivencia de tradiciones y costumbres que hacen valiosas nuestras raíces y las convierten en cultura.
Mujeres campesinas que transitan por la vida sin tomar conciencia de la importancia del pueblo, de las relaciones de ayuda y vecindad que en él se establecen; de su propia importancia como garantes siempre de la necesaria cohesión familiar y social.
Sin embargo, Tierra de mujeres también está escrita con esperanza. Es un grito de rebeldía contra una situación que se perpetuó durante siglos; pero ese grito contiene la esperanza de que hay mujeres en el medio rural que trabajan para cambiar las cosas, María Sánchez se apoya aquí en su experiencia profesional, ya que desarrolla sus tareas de veterinaria en dicho medio, lo que la conduce a estar en contacto con muchas de esas mujeres.
Además de veterinaria, María Sánchez es feminista y poeta. Así que sus alegatos feministas, basados en un realismo práctico y en absoluto radicales o excluyentes, conviven con descripciones y observaciones de un alto contenido poético.
Tierra de mujeres instruye a los jóvenes, y a los que no lo somos y hemos conocido a mujeres del medio rural y compartido con ellas partes de nuestra vida y experiencias de infancia, nos lleva a reflexionar sobre todo lo que significaron, a visualizar escenas entrañables agazapadas quizá en la memoria y a pensar que mientras haya personas que en la estela de María Sánchez se dediquen a crear y cuidar el vínculo con la tierra y los animales, las raíces, el lugar en la tribu, el medio rural no desaparecerá, seguirá existiendo.
