Tengo un amigo que ama los libros. Pero no como yo, que soy capaz de leer cualquier cosa, depende del momento.
El amor de mi amigo por los libros le hace ser exigente y cuidadoso. Elige sólo buena literatura. Busca zonas librescas: ferias, grupos afines, librerías corrientes y «de viejo»… Suele encontrar ese ejemplar distinto que asemeja a las joyas por su olor, la pátina dorada que nos recuerda el tiempo transcurrido desde que lo imprimieron, una dedicatoria que alguien ajeno escribió con mimo… O bien, obras casi olvidadas que nunca, tras la primera vez, volvieron a la imprenta.
Los libros de mi amigo poseen vida propia. Además de los temas que contienen y del placer que supone leerlos, transmiten muchas pistas del carácter del lector primigenio: traducciones, apuntes, subrayados, recortes de periódicos que analizan la obra o el autor, y hasta un registro de los lectores a quienes se ha prestado; mi amigo dice: «Son de confianza».
No sé cuándo empezó la afición literaria de mi amigo; por el tamaño de su biblioteca, debe venir de lejos.
Biblioteca que está meticulosamente organizada, mediante un exhaustivo seguimiento informático que incluye, junto al título, datos sobre el autor e, incluso, la portada del libro reproducida gracias a un escáner.
No sé cuándo empezó su afición por la Literatura, pero sí sé que nunca dejará de leer; es fiel a sus afectos (siempre compra El País), y también a sus fobias (detesta los best séller).
Mi amigo, además de lector, gusta de la polémica: literaria, ideológica, religiosa, política… Posee una excelente memoria que le hace aportar, en toda discusión, datos que dejan desarmado al contrario. Así, mantiene que un buen libro ha de ser pesimista y va citando título tras título que apoyan su criterio. Por mi parte, discrepo y añado nuevos títulos (ahora que no me oye, he de decir que menos).
La discusión termina con una de sus frases lapidarias, sacada, como es lógico, de un libro: «Un pesimista no es más que un optimista bien informado», y sonríe ladino.
Mi amigo es un lector como Dios manda.
Tratándose de libros y de Literatura, nadie es más literato y mejor que mi amigo.
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Gracias, amiga. No recuerdo si me habían llamado alguna vez "lector como Dios manda". En cualquier caso, lo consideraré un bienintencionado lugar común y no iniciaré una de esas polémicas (religiosa, en este caso) de que gusto, a pesar de creer que Dios no tiene nada que ver en mi afición a la lectura.
Prometo seguir tu blog.
Un abrazo fuerte.