Hace ya algunos días, mi amigo Manolo llevó a la tertulia un libro de Peter Handke. Aunque no había leído nada de este autor, el título del libro “Ensayo sobre el cansancio”, me hizo pensar que encontraría en él alguna explicación para mis cansancios actuales.
Tras la rápida lectura, sólo tiene noventa y una páginas, decidí escribir en el blog una pequeña reseña del ensayo, diciendo, por ejemplo, que, en el inicio, aparece un versículo del evangelio de San Lucas; y al final, un lugar y una fecha: Linares, Andalucía, marzo de 1989.
El caso es que pasó el tiempo y ayer, al sentarme ante el ordenador y ponerme a buscar las palabras con las que transmitir mis impresiones de lectora, todo empezó a girar en torno a un título distinto, no se trataba ya de un “Ensayo sobre el cansancio”, sino de un ensayo “sobre la soledad”.
Lo curioso del caso es que, dejando al margen explicaciones más o menos freudianas, sea uno u otro el título de la obra, las conclusiones a las que llego son las mismas.
Respecto al “cansancio”, creo que Peter Handke distingue dos cansancios bien diferentes entre sí: el que embrutece y el que te reconcilia con el cosmos. En uno y otro caso pone ejemplos extraídos de su infancia, estudios, trabajos, relaciones con mujeres, etc. Por supuesto, reivindica, hay que decir que utilizando de forma exquisita el lenguaje, el cansancio creativo, el que te aporta paz, el que te hace sentir que formas parte de un mundo en el que todo encaja, “la empatía como comprensión”.
Respecto a la soledad, pidiéndole perdón a Peter Handke por adueñarme de sus argumentos, la distinción podría ser la misma: existe una soledad que embrutece y otra que te deifica y te une al cosmos.
Cualquier ser humano está capacitado para sentir las dos. Luego, todo depende de la manera como las viva y las use. En resumen, se trata de elegir.