DISCURSO DE VARGAS LLOSA

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He leído con atención el discurso de Mario Vargas Llosa en Estocolmo y me he sentido tan identificada con él, que no me resisto a hacer un breve comentario.

Confiesa Vargas Llosa: “Aprender a leer es la cosa más importante que me ha pasado en la vida”. Salvando las enormes distancias entre un creador genial y mi persona, puedo afirmar lo mismo. La lectura es el único vicio que he tenido. Ahora lo dosifico, pero hubo un tiempo en el que, al igual que en el cuento infantil Juan y las habichuelas mágicas, cada vez que las circunstancias no me eran propicias, allí estaba la planta trepadora de los libros, por la que yo ascendía, protagonista de mil y una historias que, como la de Juan, siempre aportaban finales felices.

Después, conforme fui creciendo, la lectura consiguió la proeza de romper las barreras del tiempo y el espacio y, en ciertas y especiales ocasiones, convertir el sueño en vida y la vida en sueño.
La lectura hizo que me considerase ciudadana del mundo. Descubrí que los grandes autores son aquellos capaces de plasmar en sus obras sentimientos universales, con los que cualquiera puede identificarse. Bernanos, Dostoievski, Thomas Mann, Dickens, Hermann Hesse, Unamuno, Tolstoi… ¿Qué importa que sean rusos, alemanes, franceses, ingleses, españoles, noruegos…? Sólo importa que saben expresar de forma magistral mis tristezas, alegrías, dudas, miedos… Leyéndolos en ellos, la soledad se aleja mansamente y hasta encuentro razones y respuestas.

Es como los sabores que dan nombre a este número de Hebe. Lo salado es salado en todas partes, al igual que lo dulce, lo picante o lo amargo. Sólo cambia el matiz, la cantidad de azúcar, de sal o de vinagre y el modo en que yo aprecio ese sabor, que es diferente de cómo puede apreciarlo otra persona, sea cual sea su origen.
Ilustradores, fotógrafos, escritores, músicos…, buscan representar lo que más les fascina de una historia, de una vivencia personal, de un instante que les quedó grabado en la retina o en la imaginación.
Tanto el ilustrador como el fotógrafo o los escritores de relatos breves han de sintetizar hasta el extremo el sabor que perciben, ahí reside el genio, para que, en pocas líneas o en una mirada, el lector o el espectador capten la idea central, hagan suyo el mensaje, disfruten del picante, del dulce o el salado; les conmueva y estremezca el amargo.
De la complicidad que exista entre el creador y el que paladea la obra creada, proyectándose en ella, dependerán todas las sensaciones que habrán de convertir la susodicha obra en algo placentero o rechazable.

Vargas Llosa lo expresa con total precisión en su libro de ensayo La verdad de las mentiras, analizando didácticamente treinta y cinco novelas.
Novelas de países distintos y variada temática, pero en las que podemos entrever aquello que compartimos como seres humanos, lo que permanece en todos nosotros, por debajo de las diferencias que nos separan.
Que es, en definitiva, lo que llena la vida de sabor, de sabores.

1 Comentario

  1. Maravilloso discurso. Por eso no gustó a los amantes de la tiranía, a los que están en contra de la libertad, a aquellos que se consideran en posesión de la verdad, y que no admiten ninguna opinión contraria a la suya.
    Un beso!

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