El Reclamo es una novela de identidades falsas y opciones forzosas que se lee con facilidad y agrado, porque su autor, Raúl del Pozo, que recibió por ella el Premio Primavera de Novela 2011, escribe bien y expresa con claridad y ternura lo que siente.
Al igual que en Las voces del Pamano, aquí también se trata el tema de los maquis, pero desde un punto de vista diferente y en un lugar distinto, la sierra que comparten las provincias de Cuenca, Guadalajara y Teruel en las zonas próximas al río Júcar.
La novela se inicia en las riberas del Paraná, cuando el protagonista de la obra, que vive allí junto a su mujer, recibe la visita de un historiador norteamericano que está haciendo una tesis sobre las agrupaciones de maquis que lucharon en la serranía citada anteriormente. Investigando en bibliotecas y archivos, el historiador ha descubierto que este hombre perteneció a una de esas agrupaciones y desea que regrese con él a los lugares en los que luchó, para así dar más consistencia y fundamento a su tesis.
Desde el instante en que acepta volver, el antiguo combatiente hace al lector partícipe de sus recuerdos, sensaciones y reflexiones, desde los días alegres de la infancia, la guerra, la muerte de su padre, la entrada y pertenencia al maquis, la huída, el desengaño y el exilio.
El retrato de los distintos personajes que aparecen, físico y psicológico, las motivaciones de uno y otro bando, o la ausencia de ellas, la frialdad de las ideologías y de los altos jefes que repiten consignas y dan órdenes desde la seguridad de sus despachos; lo absurdo que resulta ir por ahí desenterrando muertos, cuando nunca terminaríamos de hacerlo, hay demasiadas fosas en el mundo y nada se consigue removiéndolas, todo está relatado con agudeza, profundidad y certera visión.
Por otro lado, la sensibilidad y la ternura con la que el viejo maquis nos cuenta lo acaecido en su infancia, las descripciones de los lugares en las que transcurrió y el río como centro, manso y fiero, generador de riqueza en la central eléctrica y de muerte en las crecidas y en las inundaciones, demuestra que el autor ama la tierra que describe y la conoce bien.
El libro se convierte así en una especie de catarsis que comparten y resuelven de la mejor manera, tanto Raúl del Pozo como el protagonista de su historia.
Al igual que en Las voces del Pamano, aquí también se trata el tema de los maquis, pero desde un punto de vista diferente y en un lugar distinto, la sierra que comparten las provincias de Cuenca, Guadalajara y Teruel en las zonas próximas al río Júcar.
La novela se inicia en las riberas del Paraná, cuando el protagonista de la obra, que vive allí junto a su mujer, recibe la visita de un historiador norteamericano que está haciendo una tesis sobre las agrupaciones de maquis que lucharon en la serranía citada anteriormente. Investigando en bibliotecas y archivos, el historiador ha descubierto que este hombre perteneció a una de esas agrupaciones y desea que regrese con él a los lugares en los que luchó, para así dar más consistencia y fundamento a su tesis.
Desde el instante en que acepta volver, el antiguo combatiente hace al lector partícipe de sus recuerdos, sensaciones y reflexiones, desde los días alegres de la infancia, la guerra, la muerte de su padre, la entrada y pertenencia al maquis, la huída, el desengaño y el exilio.
El retrato de los distintos personajes que aparecen, físico y psicológico, las motivaciones de uno y otro bando, o la ausencia de ellas, la frialdad de las ideologías y de los altos jefes que repiten consignas y dan órdenes desde la seguridad de sus despachos; lo absurdo que resulta ir por ahí desenterrando muertos, cuando nunca terminaríamos de hacerlo, hay demasiadas fosas en el mundo y nada se consigue removiéndolas, todo está relatado con agudeza, profundidad y certera visión.
Por otro lado, la sensibilidad y la ternura con la que el viejo maquis nos cuenta lo acaecido en su infancia, las descripciones de los lugares en las que transcurrió y el río como centro, manso y fiero, generador de riqueza en la central eléctrica y de muerte en las crecidas y en las inundaciones, demuestra que el autor ama la tierra que describe y la conoce bien.
El libro se convierte así en una especie de catarsis que comparten y resuelven de la mejor manera, tanto Raúl del Pozo como el protagonista de su historia.