Que un escritor tan prestigioso como Ian McEwan, considerado una especie de gloria nacional en su país, Gran Bretaña, decida escribir un libro de ficción sobre energías renovables, y que el protagonista del mismo sea un físico que ha obtenido tempranamente el Premio Nobel, requiere audacia, técnica y documentación.
Armonizando los tres elementos con gran habilidad, (hay quien dice que en las explicaciones científicas que corresponden al tercero se pasa un poco), el autor construye una novela que no deja ningún cabo suelto; quizá el final, pero no podría ser de otra forma.
El personaje principal, y en el que se apoya toda la trama, es Michael Beard, un físico premiado pronto con el Nobel y que ahora, a sus cincuenta y pocos años, vive, podríamos decir, “de las rentas”. Ésta es una de las variadas críticas irónicas del escritor que aparecen en el libro: el prestigio obtenido por determinados personajes, aunque sea en pasado, magnifica cualquier acto social al que asistan. Así que se les invita y se les paga por dar conferencias, participar en convenciones o en proyectos subvencionados, sin plantearse la utilidad de su función y hasta, incluso, la utilidad o inutilidad del acto en sí.
El apoltronamiento intelectual del protagonista tiene poco que ver con su agitada vida amorosa: casado en cinco ocasiones y con innumerables amantes, su último matrimonio está a punto de fracasar por culpa de una de ellas. Supongo que aquí también influye el prestigio académico y social del personaje; porque el tal Beard es bajito, gordo, tragón, egoísta, borracho, infiel y algunas otras singularidades que dejo que el lector descubra según sus apetencias personales.
Michael Beart que “siempre estaba al acecho de un cargo oficial que entrañase un estipendio”, accede a dirigir un equipo de becarios, físicos posgraduados, con el propósito de dedicarse a la investigación de energías limpias. El interés que pone en el cargo es tan pequeño como grande su gana de comer y de beber. De hecho, consciente de que anda sobrado de kilos, idea de continuo regímenes alimenticios que nunca inicia.
Uno de los becarios, Tom Aldous, le entrega las conclusiones a las que ha llegado, tras estudiar la posibilidad de obtener energía utilizando el sol y el agua. Dicho trabajo, junto con la persona de su hacedor, desempeñarán un importante papel en el relato que se va complicando por momentos.
Leo que Solar ha obtenido un premio por el humor contenido en sus páginas. La verdad es que el viaje al Ártico que realiza Beart junto a un grupo de intelectuales y artistas, viaje que el autor había realizado ya y que ahora incorpora a la novela, me hizo reír. Pero creo que el tono general de la obra es más bien amargo, o quizá mi sentido del humor discurre por cauces distintos.
En resumen, una novela muy bien escrita, con un interesante fondo didáctico y un personaje central, Sol de la historia, al que no sabemos si compadecer, aborrecer o, sencillamente, despreciar.
Armonizando los tres elementos con gran habilidad, (hay quien dice que en las explicaciones científicas que corresponden al tercero se pasa un poco), el autor construye una novela que no deja ningún cabo suelto; quizá el final, pero no podría ser de otra forma.
El personaje principal, y en el que se apoya toda la trama, es Michael Beard, un físico premiado pronto con el Nobel y que ahora, a sus cincuenta y pocos años, vive, podríamos decir, “de las rentas”. Ésta es una de las variadas críticas irónicas del escritor que aparecen en el libro: el prestigio obtenido por determinados personajes, aunque sea en pasado, magnifica cualquier acto social al que asistan. Así que se les invita y se les paga por dar conferencias, participar en convenciones o en proyectos subvencionados, sin plantearse la utilidad de su función y hasta, incluso, la utilidad o inutilidad del acto en sí.
El apoltronamiento intelectual del protagonista tiene poco que ver con su agitada vida amorosa: casado en cinco ocasiones y con innumerables amantes, su último matrimonio está a punto de fracasar por culpa de una de ellas. Supongo que aquí también influye el prestigio académico y social del personaje; porque el tal Beard es bajito, gordo, tragón, egoísta, borracho, infiel y algunas otras singularidades que dejo que el lector descubra según sus apetencias personales.
Michael Beart que “siempre estaba al acecho de un cargo oficial que entrañase un estipendio”, accede a dirigir un equipo de becarios, físicos posgraduados, con el propósito de dedicarse a la investigación de energías limpias. El interés que pone en el cargo es tan pequeño como grande su gana de comer y de beber. De hecho, consciente de que anda sobrado de kilos, idea de continuo regímenes alimenticios que nunca inicia.
Uno de los becarios, Tom Aldous, le entrega las conclusiones a las que ha llegado, tras estudiar la posibilidad de obtener energía utilizando el sol y el agua. Dicho trabajo, junto con la persona de su hacedor, desempeñarán un importante papel en el relato que se va complicando por momentos.
Leo que Solar ha obtenido un premio por el humor contenido en sus páginas. La verdad es que el viaje al Ártico que realiza Beart junto a un grupo de intelectuales y artistas, viaje que el autor había realizado ya y que ahora incorpora a la novela, me hizo reír. Pero creo que el tono general de la obra es más bien amargo, o quizá mi sentido del humor discurre por cauces distintos.
En resumen, una novela muy bien escrita, con un interesante fondo didáctico y un personaje central, Sol de la historia, al que no sabemos si compadecer, aborrecer o, sencillamente, despreciar.