CAPRICHOS DEL DESTINO: EL PUENTE DE SAN LUIS REY

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El viernes, 20 de julio de 1714, el puente de San Luis Rey, tejido con juncos por los incas sobre una sima entre Lima y Cuzco, se derrumbó, causando la muerte a las personas que lo atravesaban en ese momento.

Thornton Wilder, novelista y dramaturgo norteamericano, elabora a partir de este hecho una fantasía singular y una bella metáfora sobre los caprichos del destino humano, en un pequeño y original libro que le valió a su autor la obtención del prestigioso Premio Pulitzer.

Tío Pío; Jaime, el hijo de la Perrichola, Esteban, la marquesa de Montemayor y Pepita son los cinco personajes cuyas vidas investiga el fraile franciscano Junípero, para intentar buscar una justificación a las muertes, provocadas por la acción (que no por el capricho) de la Divina Providencia.

Hay que apuntar que la historia que cuenta Thornton Wilder, convertida posteriormente en película, transcurre en el Perú del Virreinato, cuando las influencias de la Ilustración intentan arrebatar a la iglesia católica el control de las vidas de los seres humanos de aquel tiempo.

El lenguaje exquisitamente cuidado del relato, el extraordinario y sagaz retrato de los protagonistas del mismo, la belleza de las descripciones y la profundidad del tema en sí, unido a las palabras finales: «Lo único que cuenta es el amor», cursis en apariencia, pero que dotan a la narración que acabamos de leer de un sentido especial, convierten a El puente de San Luis Rey, en un sabroso y exótico capricho que los buenos lectores no deberían dejar de permitirse.

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