¿Puede un lector ser objetivo al enfrentarse con una obra literaria, dejando a un lado sus creencias, su bagaje cultural y vital? ¿Puede serlo un autor?
Mi experiencia me dice que la respuesta a las dos preguntas anteriores es un “no” con matices, que explicaré en otra ocasión.
Amos Oz, escritor israelí que recibió el Premio Príncipe de Asturias en el año 2007, escribe Una historia de amor y oscuridad desde ese bagaje, y construye una obra tan personal y auténtica que en el conjunto de todas mis lecturas la sitúo junto a las inolvidables..
La historia que nos cuenta Amos Oz es la suya y la de su familia, tanto materna como paterna, desde los orígenes de sus abuelos en Rusia hasta la llegada a Israel, cuando aún no estaba constituido el estado hebreo.
Como lectora atenta, destacaría en Una historia de amor y oscuridad el lenguaje poético que utiliza el autor al describir con sensibilidad y sinceridad manifiesta personas, ambientes y acontecimientos; también el enorme respeto que muestra al acercarse a la profundidad del ser humano con sus creencias, sus ideas políticas, sus gustos, sus inclinaciones personales y hasta sus manías.
Es un libro que te aproxima a un pueblo, el judío, y a una época histórica, alejándote, a la vez, de cualquier clase de dogmatismo fanático, pero conmoviéndote por el destino de unas gentes siempre y en todas partes perseguidas hasta el exterminio.
A pesar de que el eje central del relato podríamos considerar que es el suicidio de su madre, Amos Oz no escribe un libro triste (una historia de oscuridad), sino más bien una historia de amor al mundo entero, desde lo más pequeño a lo más grande, y un canto a la alegría, presente en sus vivencias como deseo y reto y alcanzada por fin junto a su esposa “la luciérnaga que irradia alegría”.