Hace bastante tiempo alguien me habló en términos admirativos de un libro titulado Martes con mi viejo profesor. No recuerdo quién fue y tampoco por qué razón no leí dicho libro. Tal vez atravesaba entonces una etapa en la que me sentía sobrada de respuestas.
Digo esto a propósito de un nuevo préstamo literario de Mila, se titula Ten un poco de fe, se publicó en España el año 2010 y es obra de Mitch Albom, el mismo autor de la obra citada.
La historia que relata Mich Albom en Ten un poco de fe, al igual que la contenida en Martes con mi viejo profesor, es en gran parte autobiográfica, ya que está basada en una experiencia personal del escritor, periodista y músico norteamericano, a quien Albert Lewis, el rabino de la comunidad a la que perteneció de niño y adolescente, cumplidos los 82 años y considerando que la muerte puede estar cerca, le pide que, llegado el momento, se ocupe de realizar el pertinente discurso funerario. Sorprendido y molesto, dado su actual alejamiento religioso, el escritor acepta, pero con la condición de que, para realizar tal encargo, debe conocer un poco mejor a la persona que se lo propone. Se inician así durante varios años una serie de encuentros, gracias a los cuales Mich Albom vuelve a entrar en contacto con valores perdidos y se replantea su propia espiritualidad.
En paralelo a este relato, el autor narra también la vida de Henry, un ex delincuente y ex drogadicto, pastor de una comunidad de gentes de la calle, víctimas muchos ellos de la crisis industrial que afectó a Detroit por entonces, que sobreviven en una vieja iglesia a punto de desmoronarse.
Tanto el rabino como el pastor destacan por su fe y su entrega a los demás (no se concibe lo uno sin lo otro); una entrega basada en un respeto profundo por las personas en todos los aspectos y sin esperar ninguna clase de contrapartida.
En la historia de estos dos personajes, diferentes en lo accesorio e iguales en lo fundamental, no existe ni un solo atisbo de fanatismo, tampoco la certeza absoluta de lo que van a encontrarse después; son seres humanos con sus defectos y sus virtudes y por eso resultan tan cercanos.
Como cercano se nos hace el propio Mich Albom, periodista de éxito, atareado en extremo, que va de un lado a otro sin reflexionar en absoluto sobre la trascendencia ni sobre las consecuencias morales de sus actos. Los encuentros con el rabino y más tarde con Henry, le ayudarán a mirar las cosas desde una nueva perspectiva, que le conducirá (y esto lo sé por la Wikipedia), a trabajar activamente en pro del bienestar de las comunidades humanas, mediante fundaciones y asociaciones sin ánimo de lucro.
En resumen, un libro interesante, optimista y bien escrito que contribuyó a que, por lo menos durante su lectura, dejase de “mirarme el ombligo”.