Hoy traigo a Opticks dos libros, a los que podríamos encuadrar dentro de la literatura de tipo didáctico que encierra un mensaje positivo. Se trata de La ley del amor y Tan veloz como el deseo, escritos ambos por Laura Esquivel, autora mejicana que se hizo mundialmente famosa al publicar en el año 1989 Como agua para el chocolate.
La ley del amor, el más antiguo de los dos citados, es una novela “multimedia”, ya que va acompañada de un CD conteniendo opera y canciones populares mejicanas. A la vez, en el texto de la novela se intercalan escenas de cómic que representan los fragmentos de ópera del CD y las letras de las canciones populares.
Laura Esquivel aconseja con bastante humor que los lectores de su libro sigan las instrucciones del mismo, deteniendo la lectura cuando toque escuchar ópera y bailando solo o en pareja en el momento que suena la música popular.
Al volumen que yo he sacado de la biblioteca le faltaba el CD. Así que me limitaré a comentar la historia que nos cuenta la autora.
Se trata de un relato de ciencia ficción iniciado en el Méjico azteca a la llegada de los españoles. Rodrigo, uno de los conquistadores, mata a la familia de Citlali, noble azteca que le asignan en encomienda y de la que se enamora perdidamente. Citlali no perdona lo que ha hecho el hombre y cuando la mujer de éste, Isabel, tiene un hijo, lo estrella contra el suelo.
Algunos siglos más adelante, en concreto en el siglo XXIII, aparecen todos estos personajes, que se han ido reencarnando de forma progresiva y viven en un mundo poblado de ángeles, demonios y seres más perfeccionados (por las sucesivas reencarnaciones), o menos.
Con ironía se juzga a los dirigentes políticos y a otras personas de la sociedad no muy honorables. La parte didáctica es la que recoge lo que debe hacerse para alcanzar la perfección: poner en práctica La ley del amor. Ley que los protagonistas del libro consiguen cumplir, por lo que todo termina bien.
El segundo libro, Tan veloz como el deseo, lo inicia Lluvia, una mujer que está cuidando de su padre, Júbilo, aquejado de Parkinson y casi moribundo. El relato de Lluvia se interrumpe cuando se nos cuenta la historia de Júbilo, telegrafista de profesión y un ser humano muy especial.
La vida de Júbilo, que desde pequeño supo interpretar los mensajes ocultos que las personas se dirigían y que por eso se hizo telegrafista, es emotiva e interesante. El cómo interpreta en positivo esos mensajes, el amor que sentía por su esposa Lucha, los altibajos en su matrimonio y en la profesión elegida, etc. hacen que la obra, por lo demás no demasiado extenso, se lea de un tirón.
Aquí, junto a lo didáctico que tiene el comportamiento del hombre, está el modo en que la hija embellece y llena de felicidad la última etapa en la vida de sus padres.
Resumiendo, dos libros distintos que recogen multitud de mensajes positivos y que sirven para pasar un rato entretenido y, al mismo tiempo, reflexionar un poco sobre nuestra manera de vivir.