TRES RELATOS DE STEFAN ZWEIG

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El grupo de lectores del pueblo donde vivo ha elegido para comentar en la próxima reunión tres relatos de Stefan Zweig: Ardiente secreto, Mendel el de los libros y Viaje al pasado. En todos ellos podemos apreciar en lo que vale la elegancia y el buen hacer de un escritor entregado a su oficio.
Conocí la obra de Stefan Zweig hace bastantes años. Recuerdo sobre todo Carta de una desconocida y Momentos estelares de la humanidad. Aunque supongo que debí leer alguna otra obra publicada por la editorial Plaza & Janes en una edición barata (Libros Reno) y, por lo tanto, asequible; (ahora he utilizado un libro electrónico, ¡cómo cambian las cosas!).
De Momentos estelares de la humanidad me serví en mis clases de historia. La conquista de Bizancio, la lucha por el Polo Sur o el descubrimiento del océano Pacífico, hicieron más llevaderas jornadas difíciles de motivar.
Quiero decir con todo lo anterior que Stefan Zweig no es para mí un desconocido. Sin embargo, me he aproximado a los tres relatos citados con la curiosidad de descubrir aquellos valores que, tal vez, en otro tiempo no supe apreciar, bien porque era muy joven o por cierta intención utilitarista de la lectura.
Los libros de Stefan Zweig no suelen tener muchos protagonistas, así que el eje central de la historia no se bifurca en ramales diversos que embrollan el relato y restan interés a lo que el escritor considera importante.
En Ardiente secreto encontramos a tres personajes principales: una dama de esa edad en que “la mujer empieza a dejar de serlo para primar los sentimientos maternales”, su hijo de 12 años y un joven de la nobleza austriaca presuntuoso y conquistador. Las relaciones que se establecen entre estas personas, que coinciden en un hotel en la montaña, vistas a través de los ojos del niño, suponen un extraordinario estudio psicológico que mantiene la tensión dramática desde el principio hasta el final de la historia.
En Mendel el de los libros existe un personaje central, Mendel, un hombre de memoria prodigiosa que vivía por y para los libros, habiendo situado su centro de operaciones “librescas” en la mesa de un café vienés; y dos secundarios: el narrador que nos cuenta cómo le conoció y cuáles eran sus habilidades, y la mujer encargada de fregar los baños que explica la parte de la vida de Mendel que el narrador desconocía. También aquí destaca el estudio psicológico y una visión pesimista del destino y de los seres humanos en general.
Viaje al pasado es un relato de amor en el sentido romántico de la palabra. Un amor contenido, respetuoso y elegante, cuya consumación se ve aplazada por las circunstancias que rodean a los dos principales personajes: una acaudalada señora casada con un hombre bastante mayor que ella y el joven secretario particular del marido.
En los tres relatos citados destaca, junto al retrato psicológico de los protagonistas y la cuidada descripción de personas y ambientes, el dominio de las técnicas narrativas que muestra el autor austriaco, lo que nos hace disfrutar con la lectura, sin perder en ningún momento el interés por descubrir el desenlace de las respectivas historias.
Como escritor nacido en una familia judía, Stefan Zweig fue perseguido por los nazis, que prohibieron sus obras. Viajero infatigable, tras haber recorrido buena parte del mundo, lo que contribuyó a que estuviese todavía más en contra de los nacionalismos, fijó su residencia en Brasil, país en el que, pensando que los nazis vencerían en la 2º Guerra Mundial y que con ellos el mundo estaría perdido, se suicidó a los sesenta y un años, justificando así su decisión: “Creo que es mejor finalizar en un buen momento y de pie una vida en la cual la labor intelectual significó el gozo más puro, y la libertad personal el bien más preciado sobre la tierra”. Me congratula compartir ambas afirmaciones.

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