Voy a la biblioteca a buscar un libro de Sergio Pitol titulado El arte de la fuga; no lo tienen y regreso a casa con El desfile del amor, una obra del mismo autor por la que consiguió el Premio Herralde de Novela en el año 1984.
El desfile del amor, título que proviene de la película de Ernst Lubitsch The love parade, tiene como principal protagonista a Miguel del Solar, un historiador y escritor mejicano viudo y con dos hijos que ejerce como profesor en Inglaterra.
De vuelta a su país de origen para entregar en la editorial que publica sus libros el último que acaba de escribir, El año 14, con el que no está demasiado contento, Miguel del Solar recibe de una antigua condiscípula un conjunto de fichas bibliográficas sobre las actividades de alemanes exiliados en Méjico en 1942.
Las fichas junto con la visita que realiza al edificio Minerva de la colonia Roma, en el que precisamente en 1942 vivió un tiempo de niño en casa de sus tíos, le predisponen a llevar adelante el proyecto que ya tenía en mente, y que consiste en investigar determinados sucesos acaecidos ese año, para lo que parte de una serie de asesinatos de personas residentes en el edificio citado.
Con el objetivo de averiguar lo sucedido, causas y consecuencias, Miguel del Solar se entrevista con algunos de los que vivían en el Minerva que tuvieron relación con los hechos que le interesan: su tía Eduviges, en cuya casa residió entonces; Delfina Briones, que daba una fiesta la noche del primer asesinato: el del joven austriaco Erich Ma. Pistauer Walzer; el librero Balmorán, el pintor Julio Escobedo y su mujer; Emma, hija de la escritora y conferenciante Ida Werfel y otros de menor importancia en el relato.
A través de esas entrevistas, Sergio Pitol analiza las circunstancias políticas, sociales, económicas, etc. de Méjico en el año 1942 y lo que supuso, en ciertos aspectos, la llegada de inmigrantes alemanes que huían de la guerra.
En el fresco realizado, muy didáctico y de lo más variopinto, intervienen personajes que están entre lo repulsivo y lo grotesco y que, en general, suscitan pocas simpatías; todos persiguen sus propios intereses y ocultan sus verdaderas intenciones en monólogos interminables.
El desfile del amor, leo en la contraportada, fue muy alabado por la crítica, hasta el punto de obtener el Premio Herralde de Novela. Está claro que Sergio Pitol escribe muy bien y lo hace sin prisas, documentándose a fondo y enlazando palabras y frases con primor y rigor, como un auténtico artesano de la Lengua.
Sin embargo a mí esta novela-ensayo no me ha gustado porque pienso que no es ni lo uno ni lo otro. La trama resulta enrevesada, las conversaciones entre los personajes aclaran poco y aburren en muchos momentos.
Lo más interesante lo he encontrado al final, cuando el autor explica en pocas páginas cómo se fue gestando la obra y qué circunstancias se produjeron para que la escribiera.
En esas pocas hojas está el Sergio Pitol que descubrí leyendo El mago de Viena, una especie de libro de memorias en el que el autor mejicano nos cuenta su vida relacionándola con la literatura y, sobre todo, con la lectura, su gran pasión.
Al Sergio Pitol del Mago de Viena buscaba yo cuando pedí en la biblioteca El arte de la fuga.