De nuevo traigo a esta página la reflexión de Amos Oz sobre el escritor, su obra y lo que ésta pueda significar para un lector determinado.
En el caso que hoy me ocupa, primero fue la obra, Nieve, y después el autor, Orhan Pamuk.
Mis amigos de Plumier, Pili y Luis, me regalaron Nieve el año en el que Orhan Pamuk obtuvo el Premio Nobel de Literatura, 2006. Yo no había leído nada del escritor turco y ese libro supuso un placentero descubrimiento.
Después, comprados o regalados, vinieron más libros, entre ellos La vida nueva, El Museo de la Inocencia y Estambul que sirvieron para confirmar la opinión inicial.
Y ahora el autor. Orhan Pamuk es un escritor turco que no concibe la vida si no es a través de la literatura: No busco la literatura para que me salve la vida. Sólo para superar el día difícil que tengo que vivir. Porque se trata de un escritor comprometido con su tiempo. Amante del país en el que nació, cuya historia recrea en sus libros, pero en absoluto nacionalista; defensor siempre de la democracia, de la libertad y de la paz; pacifismo por el que los libreros alemanes le otorgaron un premio.
Así que en este caso mi admiración por la obra se une a la que siento por la persona de su autor: experto en la mejor literatura, pacifista, universalista y, por tanto, partidario de los puentes y no de las fronteras.
La última obra de Orhan Pamuk acaba de publicarse en España, se titula La mujer del pelo rojo.
Fiel a los puentes y al caudal de conocimientos que posee, Orhan Pamuk utiliza como fondo ancestral de su relato un mito griego, Edipo rey de Sófocles, en el que el hijo mata a su padre sin saberlo; y una leyenda persa, el Shahnameh, epopeya nacional iraní que contiene la historia de Rostam y Sohrab, escrita por el poeta sufí Ferdousí, en la que el padre, igualmente sin saberlo, mata a su hijo.
La historia contenida en La mujer del pelo rojo está contada en primera persona por su protagonista, Cem Bey, joven de 16 años que, al ser abandonado por su padre, que dejó a su madre y a él en una precaria situación económica, entra como ayudante de Mahmut Usta, maestro pocero al que le encargan buscar agua en una zona bastante árida próxima a Estambul.
El trabajo de pocero permite al escritor, en ese afán reivindicativo de la historia y de unir el pasado con el presente, explicar cómo han ido evolucionando los métodos en la obtención del agua, a la vez que la vida de los pueblos.
El joven aprendiz y el maestro mantienen una relación ambivalente. El joven busca la protección de la figura paterna que ha perdido en el pocero, que le enseña el oficio y le cuenta leyendas antiguas, por ejemplo, la historia de José y Jacob y la de Abraham e Isaac; padres e hijos presentes en el Corán y en la Biblia, y reacciona con rabia ante la exigencia de obediencia absoluta que reclama el maestro, al que cuenta a su vez la tragedia de Edipo, que no complace demasiado a éste.
Una tarde, al bajar al pueblo cercano al pozo que están excavando, Cem ve a una hermosa mujer de pelo rojo y se enamora de ella en el momento.
De ahí en adelante la obsesión por la mujer y su relación con la misma van complicándose, hasta que todo termina de una forma que los lectores deben descubrir.
Cem huye del pueblo impulsado por un suceso desgraciado y regresa a él pasados muchos años, para encontrar junto al antiguo pozo el sentido trágico de los mitos.
En una de las entrevistas que hicieron a Orhan Pamuk con motivo de la publicación de La mujer del pelo rojo, calificó este libro de novela política, ya que lo escribió antes del fallido golpe contra Erdogan, actual presidente de Turquía. El porqué de ese calificativo, además de otra gran variedad de riquezas, también lo encontraremos en el libro.