LAS CHICAS DEL CAMPO

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El hecho de que Antonio Muñoz Molina, escritor al que admiro, recomendase el libro que hoy traigo a Opticks, me llevó a poner un interés especial en su lectura. Deseaba encontrar por mí misma las cualidades que habían complacido al autor ubetense.
El libro, una novela, se titula Las chicas del campo, fue publicado en 1960 y su autora es Edna O’Brien, nacida en Irlanda en 1933.
Las chicas del campo, en parte autobiográfica, tiene como protagonistas principales a Caithleen que hace de narradora, y a su amiga Baba. Las dos viven en un pueblo de la Irlanda rural en los años 50, y tanto sus familias como sus caracteres son muy diferentes.
Caithleen o Kate, es una niña tímida, estudiosa y reflexiva, le gusta leer y está bastante influenciada por el entorno que la rodea: un padre borracho, jugador y violento al que detesta; una madre frágil y sometida al marido que intenta protegerla; y todo ello dentro de una sociedad clasista, controlada por un catolicismo represivo, en la que el alcohol, el machismo y la crítica determinan sus señas de identidad.
Por el contrario Baba es decidida y descarada. Se aprovecha de la retraída Kate, pero también de sus padres, que están bien situados, y de cualquiera que se pone a su alcance.
Al morir la madre de Kate en un accidente y perder su padre por las múltiples deudas que acumula la casa familiar y las tierras, los padres de Baba se ocupan de ella, hasta que ambas ingresan como internas en un colegio de monjas. La dureza del internado, en el que Kate ha logrado entrar gracias a una beca, hace que Baba ideé un retorcido plan para que las expulsen.
Tras la expulsión, las dos se van a Dublín, Baba a estudiar y Kate a trabajar en una tienda; aunque comparten la habitación que han alquilado los padres de Baba en una casa de huéspedes y disfrutan juntas de la libertad que les proporciona la ciudad, al no haber nadie allí que las controle; sólo la casera recrimina a veces inútilmente un comportamiento que considera escandaloso.
Esta sería en resumen la historia contenida en Las chicas del campo. El principal valor de la misma creo reside en la manera como la autora nos la cuenta.
Distinguiré primero su realismo. Está claro que Edna O’Brien vivió muchas de las situaciones que aparecen en la novela. Así el realismo es total al describir la belleza de los paisajes, las costumbres o la sordidez de determinados ambientes; todo está narrado con sencillez y perspicacia por alguien que ha disfrutado o padecido en ellos. Sin embargo, no hay ningún tipo de rencor al referirse a los malos momentos, es la mirada de una persona sensible que ama la libertad y la belleza.
Luego la ingenuidad y el romanticismo con el que la Kate adolescente imagina el futuro y afronta las relaciones que mantiene con los hombres que va conociendo, en contraposición a las intenciones sobre todo materiales que mueven a Baba.
Por fin el contraste entre las dos amigas, distintas hasta en el físico (he leído que  Edna O’Brien considera a Baba como su alter ego), lo que no impide el aprecio que se tienen y la complicidad que reina entre las dos.
Las imágenes de mujer que presenta la autora resultaron revolucionarias cuando fue publicada la novela y a mucha gente le escandalizó el contenido, hasta el punto que el cura de la aldea quemó tres ejemplares que había encontrado en una librería. Recordemos que era el año 1960 y se trataba de la católica Irlanda.
Leída ahora, lo único que sorprende es el humor ingenuo y fresco con el que se expresa la autora, la inteligencia y profundidad con la que observa a los demás y los describe y el genio literario que demuestra al construir un relato que, una vez empezado, y estoy de acuerdo con Muñoz Molina, resulta imposible dejar de leer.
   

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