LA NIETA

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Entre los libros extraordinarios que he leído por sugerencia de mi inolvidable amigo Manuel Montejano está El lector, escrito por Bernhard Schlink y publicado en 1995, cuando su autor tenía cincuenta años.

De Bernhard Schlink, ahora con ochenta años, traigo a Opticks La nieta, que publica la editorial Anagrama, lo ha traducido Daniel Najmías y también, como el anterior, es una extraordinaria novela.

El relato se inicia con la muerte de Birgit, que en la década de los sesenta del pasado siglo huyó por amor y ansias de libertad de Berlín Este para reunirse en el Oeste con Kaspar, un joven al que la curiosidad por saber cómo era la vida al otro lado, le hacía cruzar de vez en cuando el muro; así se conocieron, se enamoraron y él arregló lo necesario para la huida.

Tras morir Birgit, Kaspar descubre, al leer unas hojas que según ella darían lugar a una novela, lo que su esposa sintió cuando dejó atrás el sistema político en el que había nacido y se incorporó a uno diferente. Pero lo más terrible y nunca superado en todo el tiempo transcurrido fue el hecho de abandonar a su hija recién nacida, cuya existencia nunca confesó.

Kaspar, impulsado por el amor que sentía por su esposa, decide ir en busca de esa niña que ya es adulta.

Cuando por fin, tras arduas investigaciones, da con Svenja, la hija perdida, descubre que vive en una comunidad rural, está casada con un neonazi y tiene una hija, Sigrun de 12 años.

Kaspar que vive solo y regenta una librería en Berlín, querría ver en esas tres personas una nueva familia para él. Sin embargo los separa todo un universo ideológico, pese a lo cual tratará de acercarse a la que considera su nieta y darle una visión diferente del mundo.

Y ahí está la razón por la que he indicado la edad del escritor al publicar uno y otro libro. Al margen de la aproximación a la historia política de Alemania, explicada por los que la vivieron, respetando la visión de cada uno sin ninguna clase de maniqueísmo, la obra de Bernhard Schlink contiene el relato de un abuelo que desea alejar a su joven nieta de ideologías totalitarias y aproximarla a una visión del mundo en el que estén presentes la belleza, el amor y la redención.

Tengo claro que La nieta, además de estar muy bien escrita, es una obra política de la que se podría hablar largamente; yo lo he hecho esta mañana, mientras paseaba con uno de mis hijos y hemos aplicado parte del argumento a situaciones que se dan en la actualidad.

No obstante, y por los tiempos navideños que se avecinan, hoy me quedo con la figura del abuelo, los sentimientos que va desarrollando hacia la nieta de su mujer, el modo como intenta apartarla de ideologías extremas, la generosidad, el cariño, la belleza de esa relación.

Para muestra, termino la reseña de La nieta con una de las muchas reflexiones que el abuelo aporta, al manifestarle ella el orgullo de ser alemana: “Me parece que sólo se puede estar orgulloso de algo que uno ha hecho, pero también puede verse de otra manera. –Señaló el prado, las colinas, los campos, el bosquecillo, el pueblo iluminado por el sol-… Amo a mi país, me alegra hablar su lengua, entender a sus gentes, que me resulte familiar. No tengo la obligación de estar orgulloso de ser alemán, me basta con alegrarme de serlo”.

 

 

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