218 VÍCTIMAS MORTALES
¿Cuánto dolor se esconde
en la frialdad de un dato
que señala una ausencia?
¿Alguien pudo medirlo,
extraerlo con métodos científicos,
y elaborar con él una estadística?
No está, no están,
no hay nada ya que indique que estuvieran.
Ni paredes, ni puertas, ni ventanas,
ni fotos, ni escrituras, ni peluches…
Los ausentes, los que no volverán,
para los que transmiten,
a través de los medios de comunicación,
el desastre que fue,
quedarán reducidos a una cifra.
Sólo una cifra ya,
una entre tantas.
Y el dolor se agudiza y te desgarra,
porque no son un dato,
parte de una estadística,
que con el tiempo exhibirán los técnicos,
las 218 personas que arrastraron las aguas.
No es un dato el amor que compartieron,
los sueños que forjaron,
la ternura en un gesto
de adiós o despedida.
No es un dato el abrazo,
el beso mañanero,
los momentos felices que arrasara
con furia incontrolable la crecida.
No puede ser un dato,
nadie podrá jamás señalar como dato
la lectura del cuento que acunara al insomne,
con la cadencia fiel de una caricia,
en esa noche oscura y malhadada,
que precedió al terror y a la derrota.
Mª José Alés