“Fue hace mucho. Eran los mismos pájaros y eran otros, como el agua de los ríos o la sustancia del viento. Como las casas que tenían corrales, salones de paso y lilos en el patio, que ya no tienen. Yo era un niño y ahora soy un viejo”.
En el libro que hoy traigo a Opticks titulado La niña de los pájaros, escrito por Mónica Rodríguez, ilustrado por Eva Vázquez y que publica la editorial Lóguez, un viejo relata una historia acaecida cuando el narrador era un muchacho que vivía en Calatrava con sus padres, su abuela y su hermano pequeño, Andresico, y guardaba todos los pájaros que podía conseguir: “jilgueros y palomas, polluelos de perdices que atrapaba en el campo” en la alacena del patio.
Con un tono entre tierno y nostálgico, el viejo regresa a la niñez y explica su afición a los pájaros, a todos los pájaros, pero con una fijación especial en las cigüeñas que regresaban cada año al nido que construyeron en la torre de la iglesia en la que él era monaguillo.
Un nido que el párroco, preocupado porque su peso pudiese dañar la estructura del edificio, quería destruir, a lo que la sacristana se oponía con razones contundentes.
Un día el niño, en sus correrías por el campo buscando pájaros, descubre que, al igual que las cigüeñas han regresado al nido de la torre y tres hermosos huevos dan fe de su presencia, también han regresado los pastores junto con sus rebaños. Vienen acompañados de una niña frágil, sucia y despeinada que dicen haber encontrado en el monte, y con ella un búho que enseguida atrae la admiración del chico, hasta el punto de que el mayoral del rebaño se lo regala.
La donación se repite en varias ocasiones sin que la niña diga nada porque el búho regresa una y otra vez a su lado, hasta que por fin los niños entablan un diálogo y se hacen amigos.
El tiempo pasa. La cigüeña ha incubado los huevos y tres cigoñinos reclaman su comida en el nido. Dos se ven fuertes y enérgicos, un tercero no parece tener muchas posibilidades de sobrevivir.
Se aproxima el verano, los pastores vuelven a sus montañas y la pareja de cigüeñas con los dos cigoñinos más fuertes levantan el vuelo y abandonan el nido dejando en él al débil, lo que aprovecha el niño para llevarlo a casa y cuidarlo.
Ante la oposición de su madre, decide cobijarlo en un antiguo caserón abandonado que conoció pasadas riquezas. La sorpresa es que en ese caserón están el búho y la niña que no quiso marchar con los pastores.
El resto de la historia deberán descubrirlo los pequeños lectores, porque este hermoso relato que habla de amor a la naturaleza, de amistad y de libertad está, sobre todo, dedicado a ellos.
Por Mª José Alés