Antes de comentar el libro de hoy, debo decir en mi descargo que “soy de ciencias”, y a diferencia de los griegos que consideraban que el “saber” lo abarcaba todo, mis conocimientos de filosofía resultan bastante escasos.
Así que no es de extrañar que hasta ahora haya pensado que el estoicismo se reduce a aceptar y aguantar lo que venga.
Nada más lejos de lo que opina Massimo Pigliucci en su obra Cómo ser un estoico publicada por la editorial Ariel que acabo de leer esta semana.
A medias entre un libro de autoayuda y un tratado filosófico, ya que, como dice el autor, “las herramientas para buscar las respuestas a las preguntas existenciales varían tanto como los puntos de vista que se han utilizado: desde los textos sagrados a la meditación profunda, desde los argumentos filosóficos a los experimentos científicos”, Cómo ser un estoico presenta el método que le ha servido a él mismo para aproximarse a la búsqueda de esas respuestas.
Su guía para recorrer ese camino es Epicteto, el primer estoico que conoció al iniciarse en tal filosofía.
Epicteto nació en la actual Turquía alrededor del año 55 d.C., fue esclavo y, una vez liberado, se dedicó a la propagación de esta doctrina que nació a fines del siglo IV a.C. con Zenón de Citio, admirador de la filosofía de Sócrates, pero que fundó su propia escuela, y se desarrolló hasta finales del siglo III d.C.
Epicteto pertenece a la última etapa del estoicismo, junto con Marco Aurelio y Séneca. Sus lecciones, que transmitió uno de sus discípulos, se conocen con el nombre de Disertaciones y exponen una serie de principios, en algunos de los cuales está clara la influencia de Sócrates:
1º La virtud es el mayor bien y todo lo demás es indiferente. Según Sócrates, la virtud es el mayor bien porque es lo único que tiene valor en todas las circunstancias de la vida y nos ayuda a usar adecuadamente otros bienes como la salud, la riqueza y la educación. La indiferencia añadida por los estoicos se explica en el sentido de que la persona que ha alcanzado la virtud (el sabio estoico) estará al margen del sufrimiento, pues lo que nos daña no es lo que nos pasa, sino la opinión que nos merece lo que nos pasa.
2º Siga a la naturaleza, es decir, aplique la razón a la vida social para conseguir así una sociedad mejor. Los estoicos creían que podíamos llegar a conocer cómo funciona el universo si supiéramos cómo vivir nuestra vida. Nadie puede ser feliz si es esclavo de sí mismo; así que hay que educar la voluntad hasta obtener autonomía.
3º Dicotomía del control. Algunas cosas están bajo nuestro control y otras no lo están. Si tenemos salud mental suficiente para controlar nuestras decisiones y comportamientos, deberíamos centrarnos en lo que puede controlarse y tratar lo demás con ecuanimidad.
Los principios citados sirven a Epicteto para enumerar los que denomina departamentos en los que se debe formar un hombre que quiera ser buenos y noble:
El primero se centra en la voluntad de conseguir y en la voluntad de evitar; se debe formar para no fracasar en el logro de lo que se desea conseguir ni fracasar en lo que se desea evitar (disciplina del deseo o aceptación estoica). En palabras de Epicteto: “No pretendas que lo que sucede suceda como quieres, sino quiérelo tal como sucede, y te irá bien”.
Esto no quiere decir que hay que aceptar pasivamente todo lo que ocurra, sino que debemos aceptar que es imposible un control total de lo que ocurre, e intentar aplicar a nuestra forma de vivir dos virtudes estoicas: el valor, que consiste en enfrentarse a los hechos que podemos modificar y actuar en consecuencia, procurando hacer lo correcto, tanto física como moralmente, en cualquier circunstancia; y la templanza, refrenando nuestros deseos y consiguiendo que se limiten en función de lo que se puede conseguir, es decir, ejerciendo la moderación y el autocontrol en todas las esferas de la vida.
El segundo concierne al impulso de actuar y de no actuar en la esfera de lo que es correcto: debemos actuar con orden, con la debida consideración y con el cuidado adecuado (disciplina de la acción o filantropía estoica). La filantropía estoica supone actuar teniendo en cuenta a los demás; es el resultado de una comprensión adecuada de la ética, y se basa en la virtud de la justicia que supone tratar a todos los seres humanos, sin importar su situación en la vida, con justicia y amabilidad. Epicteto defendía el ideal cosmopolita: “Nosotros decimos que nuestra patria es el mundo, somos ciudadanos del mundo”.
El objeto del tercero es que no debemos engañarnos y no debemos juzgar a la ligera y en general se ocupa del consentimiento (disciplina del consentimiento o concienciación estoica). La disciplina del consentimiento nos dice cómo reaccionar ante las situaciones, en el sentido de dar o retirar nuestro consentimiento a la impresión inicial de una situación. Esta disciplina se consigue a través del estudio de la lógica, lo que es o no es razonable pensar, y requiere la virtud de la sabiduría práctica que procura navegar por situaciones complejas de la mejor manera posible.
Todo lo hasta aquí expuesto es explicado por Massimo Pigliucci con multitud de ejemplos prácticos. Como prácticos son los doce ejercicios extraídos del Enquiridión de Epicteto que aparecen al final del libro con la intención de ayudarnos a vivir y a morir de la mejor manera, en este caso aplicando la filosofía estoica.