HORIZONTE DE SUCESOS

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Duro e ingrato es el sino del hombre que escribe, porque se ve naturalmente obligado a utilizar palabras, es decir, convertir en algo inmóvil el ímpetu que lleva dentro. Cada palabra es una carcasa dura que encierra en sí una carga explosiva; para descubrir lo que quiere decir hay que dejarla estallar dentro de uno mismo, como un proyectil, y liberar así el alma que encierra.

Esta cita de Nicos Casandsakis, extraída de su obra Informe al Greco, es una de las muchas que se puede encontrar en el libro que hoy traigo a Opticks, prestado como el anterior por un amigo. Se titula Horizonte de sucesos, su autor es Antonio Ventura y está editado por Olé libros.

El contenido de Horizonte de sucesos se distribuye en ochenta y cinco capítulos en los que Daniel, un maestro de escuela jubilado que trabajó como editor (coincide con el autor en esto), realiza un ejercicio continuado de introspección, mientras relata su vida diaria.

Conocemos así que está divorciado, que vive de alquiler en Madrid, que tiene dos buenas amigas, Ilena y Eliz, y un amigo, Diego, con secuelas de un ictus, al que acompaña a la logopeda y al fixio todos los jueves.

Conocemos también a Miguel, el dueño del bar que frecuenta, y a varios compañeros que, como Ilena, asisten a la sesión de terapia semanal que dirige un psiquiatra, en la que cada uno intenta superar sus respectivas neurosis, aunque sólo se alcance según Daniel, el “carnet de naufrago”.

El libro, escrito en primera persona, se inicia con el protagonista reflexionando sobre las dificultades que conlleva el hecho de escribir, él se ha propuesto hacerlo: ensayo, cuentos, novela…,  quizá su propia vida: Y siento que peco de ingenuo al pensar que se pudiese contar lo sucedido. Ya sé que lo ocurrido es distinto a lo recordado, pero para mí lo que sucedió es lo que cuento, aun sabedor de que esa crónica no es otra cosa que una forma sutil de ficción.

Realidad o ficción que, de tan cotidiana, parece real. Tan real que, en ocasiones, llegas a hacer tuyo lo que allí se dice: Pienso que a lo largo de mi vida, la lectura de determinados libros ha contribuido en gran medida a la persona que soy, a lo que pienso y siento, a cómo miro el mundo y lo interpreto.

Conocerse a sí mismo, a la persona que es, analizando las distintas etapas de su vida pasada y presente sin aspavientos, sin dramatizar, valiéndose de cualquier elemento: sueños, fotografías, visitas a lugares donde jugó de niño y muchas veces a la luz de los libros que ha leído y lee; las citas literarias son frecuentes.

Como son frecuentes las referencias a cuestiones actuales que van apareciendo en el relato: el trabajo sobre la aplicación de la inteligencia artificial a la enseñanza que le muestra Paula, una maestra que hizo con él las prácticas docentes; el desfile de modas en el que las modelos son robots al que le lleva Ilena, películas, exposiciones, situaciones vitales (divorcio, ictus, prostitución), o el título del libro a partir de un diálogo con Diego, todo ello intercalado con las conversaciones que mantiene con éste y con Ilena, también grandes lectores, y con el resto de los personajes, analizado siempre de una manera que interesa y hace pensar.

Como en esta nueva cita de Nicos Casandsakis a la que Antonio Ventura se refiere en varios momentos de la narración: No quiero tener como juez a mi mente, no tengo confianza en ella; ni a mi corazón, tampoco me fío de él. Una lo condena todo, el otro lo perdona todo. ¿Dónde encontrar los límites?

El personaje principal de la novela parece ser que los ha encontrado.

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