NADIE POR DELANTE. EL MANUSCRITO DE NIEBLA.

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En el estante que acoge las “novedades” de la biblioteca pública del pueblo en el que paso unos días de vacaciones he encontrado dos libros diferentes pero ilustrativos en muchos aspectos.

Uno de ellos se titula Nadie por delante, su autor es Lorenzo Silva y lo edita Destino.

El título del otro es El manuscrito de niebla, lo escribe Luis García Jambrina y está editado por Espasa.

De Lorenzo Silva he leído bastantes obras. Las más numerosas fueron las novelas policiacas protagonizadas por la pareja de guardias civiles Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro

Esa misma línea de admiración a las fuerzas armadas está en la génesis de Nadie por delante. Aquí no es la Guardia Civil, sino las unidades más expuestas del ejército, en concreto las englobadas dentro del Mando de Operaciones Especiales (MOE) del Ejército de Tierra, con base en Rabasa, Alicante.

Lorenzo Silva ha convivido con algunos de esos soldados y, mezclando la realidad con la ficción, ha escrito cinco relatos que recogen experiencias dramáticas de todos ellos a lo largo de veinte años en Irak y Afganistán, y un prólogo con un suceso que pudo ser dramático y terminó en penoso: el acaecido en la isla de Perejil cuando fue “invadida” por soldados de Marruecos.

Lorenzo Silva justifica esta indagación en la guerra apoyándose en escritores como Chirbes que cree que una de las funciones de la Literatura es indagar en las zonas de penumbra; Sender que afirma que la tarea del escritor es señalar el mal y Svelana Alexievich que considera a la guerra como uno de los mayores misterios humanos.

Un misterio no desentrañado que siempre ha existido. Recordemos que hubo una época en la que la guerra incumbía a todos. En la antigua Grecia era obligación básica de ciudadanía defender a la polis con las armas.

Una función que en la actualidad se encomienda a los ejércitos profesionales, pero que en ocasiones tan terroríficas como es el caso de Ucrania, afecta a la mayoría de los habitantes de un país.

Luis García Jambrina  aprovechó la conmemoración del V centenario de la muerte de Antonio de Nebrija, celebrada en el año 2022, para escribir El manuscrito de Niebla, sexta obra ambientada en la España de finales del siglo XV y principios del XVI, en la que el pesquisidor Fernando de Rojas ha de resolver un complicado caso de asesinato o asesinatos. Así fue en los anteriores Manuscritos.

En este caso la niebla la pone la ciudad de Salamanca y el asesinato del que se parte para iniciar la investigación es el de un tipógrafo que trabaja en la imprenta encargada de imprimir los libros de Nebrija.

El buen hacer de Luis García Jambrina, su capacidad para conducir al lector a la época histórica en la que se desarrolla la historia, basada en una exhaustiva indagación de la misma: formas de vida, alimentos, vestidos, costumbres, tipos humanos, paisajes, sucesos, etc. hacen que el contenido de este libro se visualice sin dificultad.

El relato aporta una interesante y meritoria información sobre el nacimiento de la imprenta en Castilla, la rivalidad entre impresores y las reticencia de aquellos que no ven con buenos ojos el nuevo invento.

Además del nacimiento de la imprenta, la obra explica la importancia de la Gramática, defendida por Antonio de Nebrija y atacada por los catedráticos que, como él, forman parte del Estudio salmantino.

Explica también el proceso que la Inquisición abre a Nebrija por haberse atrevido a corregir errores gramaticales en los textos bíblicos.

Tanto Antonio de Nebrija, como Fernando de Rojas, cada uno a su manera, realizan en el libro una fundamentada y vehemente exposición de los valores de la imprenta para hacer llegar la cultura a capas amplias de la sociedad.

De igual modo, ponen de manifiesto lo que supone la gramática en la composición de un texto escrito. Todo ello frente a la inmovilidad y el fanatismo de personas e instituciones de esos tiempos que temen que los avances culturales y sociales les hagan perder muchos de sus privilegios.

En El manuscrito de Niebla el autor de La Celestina aparece como antiguo alumno de Nebrija y sus indagaciones le llevan, incluso, a aventurar que Felipe el Hermoso no murió por las causas que se afirmaba.

 

 

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