Cuando se une el buen hacer de una escritora de literatura infantil y juvenil que acumula en dicho género numerosos premios, como sucede con Mónica Rodríguez, a la maestría de una ilustradora, Ester García, también multipremiada, surgen libros destinados a conseguir prestigiosos galardones.
Este es el caso de Alma y la isla que obtuvo el XIII Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil en el año 2016.
“Llegó de la mano de mi padre. Era muy negra. Sólo se le veían los ojos blancos y asustados y los bucles cayéndole por las mejillas”.
Así inicia Hugo, protagonista a su pesar de esta historia, el relato del primer encuentro que tuvo con Alma, una niña que su padre, un pescador fuerte y generoso, rescató del mar embravecido, cuando la llegada de pateras se había convertido en algo habitual en la otrora tranquila isla de pescadores en la que vivían sin sobresaltos.
Tan habitual era ya la llegada de pateras a la pequeña isla, que las casas de acogida construidas para alojar a las personas que venían en ellas estaban atestadas.
Así que el padre de Hugo ofreció su vivienda para que la niña, que más tarde descubrieron se llamaba Almaz Sebhat, se alojase allí como una más de la familia.
La madre, la abuela y los hermanos de Hugo, todos mayores que él, acogieron a la pequeña encantados. Sin embargo, Hugo, que a sus diez años gozaba de los privilegios que le otorgaba el hecho de ser el benjamín de la casa, entendió que esos privilegios estaban en peligro y, desde el primer momento, manifestó a Alma su desagrado. Más aún cuando tuvo que dejarle su cama y su habitación e irse a dormir con la abuela.
En la historia juega un papel importante el amuleto que le había regalado a Hugo cuando tenía cuatro años Soleman, un joven llegado también en patera que ahora es uno más de los habitantes de la isla, a los que ayuda con su conocimiento de distintos idiomas.
Dicho amuleto era idéntico al que Alma traía al cuello y que la madre del niño tiró a la basura porque estaba sucio y roto.
Pensando que el miedo y malestar que muestra la pequeña náufraga podía provenir de la pérdida del amuleto, Hugo le entrega el suyo.
El amuleto, crea entre los dos niños un vínculo, que no supondrá la completa desaparición del enfado de Hugo, pero le ayudará a conocer, como si se tratase de un talismán mágico, el origen de Alma, su traumática historia y le conducirá, capítulo tras capítulo, a aceptar a los demás, vencer el egoísmo y valorar las diferencias.
Pese a estar escrito e ilustrado en el año 2016, Alma y la isla es un libro de gran actualidad que, sin ninguna clase de edulcoramiento, más bien con realismo y hasta con crudeza, presenta a los niños el drama de la inmigración ilegal y analiza las distintas reacciones que se pueden mantener cuando nos vemos implicados en ella.