Mi larga experiencia como lectora me permite afirmar que resulta bastante complicado encontrar novelas de más de mil páginas que interesen de principio a fin. La octava vida (Para Brilka), escrita por Nino Haratischwili y editada por Alfaguara es una de ellas.
Empecé a leer La octava vida sin saber nada acerca de su autora. Pronto pensé que la persona que era capaz de escribir de un modo tan real y directo, había debido vivir de alguna manera las circunstancias que relataba.
Así es en este caso, Nino Haratischwili nació en Georgia (Tiflis 1983), llegó a Berlín en el año 2003; por lo tanto, una parte importante de su vida transcurrió en los mismos lugares en los que se desarrolla la novela. En la dedicatoria que introduce la obra nos habla de su abuela, “que me regaló mil historias y un poema”; de su padre, “que me dejó una bolsa llena de preguntas”; y de su madre, “que me dijo dónde debo buscar las respuestas”.
La octava vida se inicia cuando Niza, una joven georgiana que vive en Alemania, parte en busca de Brilka, su sobrina de 12 años que ha dejado el grupo de danza con el que está de viaje para ir hasta Viena, ciudad en la que espera adquirir los derechos de las canciones de su tía bisabuela; proyecto cuya finalidad entenderemos casi al final del relato.
Este viaje, que tiene lugar en 2006, impulsa a Niza a escribir (para Brilka) la historia familiar. “Te debo estas líneas a ti, Brilka. Te las debo porque mereces la octava vida. Porque dicen que el número ocho equivale a la eternidad, al eterno retorno. Te regalo mi ocho”.
Niza comienza la historia familiar el año de su nacimiento en Tiflis, lo que le da pie para hablarnos de su país con datos geográficos, políticos y sociológicos, a la vez que hermosas leyendas. Tras explicar algunos hechos de su infancia, presentar a sus parientes y comentar las relaciones entre ellos, se centra en la historia particular de siete de estos parientes, a cada uno de las cuales dedica un capítulo, dividido en apartados que encabeza con textos alusivos a lo que va ocurriendo, extraídos de libros de autores significativos, discursos de políticos o carteles propagandísticos.
El primer capítulo lo dedica a Stasia, su bisabuela, hija de un famoso maestro chocolatero que vive en una pequeña ciudad de Georgia, mientras se desarrolla la 1ª Guerra Mundial, y ha inventado una fórmula para fabricar un exquisito chocolate caliente que desencadenará más de una tragedia entre los miembros de la familia.
El segundo está dedicado a Christine, hermanastra de Stasia; el tercero al hijo de Stasia, Kostia, y el cuarto a la hija, Kitty; el quinto a Elene, hija de Kostia; el sexto a Daria, hija de Elene; el séptimo a ella misma, Niza; y el octavo, que está por escribir, a Brilka, a la que se dirige previamente en poéticas y sentidas parrafadas como ésta: “Sobrevive a todas las guerras. Cruza todas las fronteras. Te dedico todos los dioses y todas las coronas de flores, todas las quemaduras, todas las esperanzas decapitadas, todas las historias. Atraviésalas. Porque tienes los medios para hacerlo, Brilka. El ocho, piensa en él. En esa cifra quedaremos enredadas para siempre y podremos oírnos la una a la otra a través de los siglos.
Tú podrás”.
Con ayuda de una exhaustiva documentación, Nino Haratischwili enlaza cuidadosamente la vida del maestro chocolatero y el resto de familiares con los acontecimientos que acaecen en Rusia y sus repercusiones en Georgia; como los movimientos políticos y sociales que conducen a la revolución de 1917, la llegada al poder del partido comunista y la implantación de un régimen opresivo y totalitario, la 2ª Guerra Mundial, las dificultades de la vida diaria, la represión, la corrupción asociada al poder, las ansias de libertad, los movimientos de emancipación del pueblo georgiano y su represión brutal, etc. hasta llegar de nuevo al año 2006 con el encuentro entre tía y sobrina.
Junto a la bien documentada exposición histórica, La octava vida se distingue por el profundo análisis psicológico que la autora realiza de cada uno de los personajes que aparecen, insistiendo en lo que se refiere a los protagonistas: amores, desengaños, sueños, fidelidades, ilusiones, aspiraciones, venganzas, traumas… Todo está analizado mediante esa cuidada relación, a la que me he referido antes, con los sucesos históricos que se producen a la vez, la búsqueda de las huellas que el totalitarismo deja en ellos, sus causas y sus consecuencias, sin dejar ni un solo cabo suelto.
A propósito de esto último, confiesa Nino Haratischwili a la periodista Rosalía Sánchez. “Seguramente, lo que más me gusta de escribir es entrar en ese diálogo con las almas. Crecí en Georgia en unos años marcados por la pérdida de valores, una grave crisis económica y mucha violencia. Una guerra civil, mucha gente alrededor que tenía que redefinirse mientras caía la Unión Soviética, cierta anarquía, muchas zonas libres pero también muchas zonas en la sombra. En medio de todo aquello, yo viví una infancia relativamente normal. Pero al escribir buceo en toda esa maraña de reacciones con afán de explorador”.
El resultado de esa exploración es esta extraordinaria novela.