EL PRINCIPIO DE PETER

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Se dice de un libro que  “es un clásico” cuando la vigencia de su contenido no disminuye con el paso del tiempo. Esa definición puede aplicarse al que acabo de releer esta semana que fue publicado en 1972 por Plaza & Janes y se titula El principio de Peter.

Los autores de El principio de Peter son dos, el Dr. Laurence J. Peter, catedrático de Ciencias de la Educación, y Raymond Hull. Éste último, periodista y escritor, justifica en la introducción del libro la importancia del principio enunciado por el primero.

A lo largo de quince capítulos que se inician con una frase alusiva de un pensador sobresaliente, el Dr. Laurence J. Peter expone y desarrolla, con envidiable y fino humor, la “saludable ciencia de la Jerarquiología”, explicando que lo que le condujo a la exposición y desarrollo de la citada ciencia fue la comprobación de que en todas las organizaciones humanas había gran número de personas que no sabían desempeñar sus cometidos.

Esta comprobación supuso el estudio previo de multitud de casos de incompetencia protagonizados por políticos, maestros, jueces, funcionarios, profesores, sanitarios, militares, directivos de empresas, clérigos, albañiles, arquitectos, ingenieros y empleados diversos que ascienden dentro de una determinada jerarquía hasta alcanzar su nivel de incompetencia.

Una vez realizado el estudio y con datos fiables, el catedrático en Ciencias de la Educación estuvo en condiciones de formular el siguiente principio:

EN UNA JERARQUÍA TODO EMPLEADO TIENDE A ASCENDER HASTA SU NIVEL DE INCOMPETENCIA

Así que el trabajo bien hecho será realizado por los que no han alcanzado dicho nivel, siempre que la ejecución de ese trabajo no se vea perjudicada por la incompetencia de los superiores, algo que suele suceder con frecuencia.

Capítulo a capítulo el libro va explicando, partiendo siempre de casos concretos, cómo se va ascendiendo hasta el nivel de incompetencia. Por ejemplo, padres que ascienden a sus hijos en una empresa familiar o Gobiernos que crean puestos para ascender a amigos y parientes, como podría ser “Coordinador de la lucha contra la pobreza, asesor de lecturas o asesor de proyectos para el bienestar y la felicidad de los ciudadanos”.

Para conseguir esta clase de impulso hacia arriba se recomienda encontrar un padrino y, a ser posible, dos o más. Procurando que el padrino esté motivado, es decir, que tenga algo que ganar con esa ayuda o de perder sin ella.

Ante la pregunta de un estudiante latinoamericano que le preocupa no saber si el mundo está gobernado por hombres inteligentes que nos engañan o por imbéciles que no se recatan de serlo, el Dr. Laurence, basándose siempre, insisto, en sus exhaustivos estudios sobre jerarquiología comparada, responde que “los sistemas capitalistas, socialistas y comunistas se caracterizan por la misma acumulación de personal superfluo e incompetente”. Y aclara: El incremento de personal se hace para poner remedio a la incompetencia de los superiores jerárquicos y tiene como finalidad última mejorar la eficiencia de la organización, hasta que el proceso de ascenso eleve a los recién llegados a sus niveles de incompetencia”.

Me he referido aquí a la política, aprovechando la pregunta del estudiante que no encontraba respuesta para sus dudas en el libro de Ciencias Sociales, pero el análisis que hace el Dr. Laurence abarca muchos más campos; dentro de ellos en bastantes ocasiones los que han alcanzado su nivel de incompetencia son conscientes de su propia improductividad y esto les acongoja.

Llegamos así a lo que en el libro se denomina “patología del éxito” que incluye una gran cantidad de dolencias, que van desde úlceras pépticas hasta impotencia sexual, en el apartado de indicios médicos, y síndromes, tics y extraños hábitos en el apartado de manifestaciones psicológicas. Un ejemplo sería “la autocompasión, el utilizar siglas y diagramas en lugar de palabras o hilvanar frases hechas y pomposas una tras otra sin llegar nunca a conclusión alguna”.

El remedio para esta diversidad de dolencias consistiría en evitar alcanzar el nivel de incompetencia, lo que a juicio del Dr. Laurence no es fácil para la mayoría de nosotros.

Tampoco existen demasiadas esperanzas de que las nuevas generaciones vayan a conseguirlo en el futuro, considerando que la solución que se propone para evitar el hacinamiento de incompetentes en la enseñanza a todos los niveles consiste en “ascender a los incompetentes y a los competentes con la justificación psicológica de que esa política ahorra a los estudiantes la penosa experiencia del fracaso”. El resultado de esta política resulta previsible.

Pese a todo, el Dr. Laurence J. Peter no se desanima y continúa enumerando y describiendo estrategias que impidan escalar el temido nivel. Les sorprenderá descubrir cuántas de esas propuestas, descritas en 1969, cuando en Estados Unidos se publicó el libro, se han puesto en práctica en la actualidad.

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