Una de las características de las obras del escritor francés Emmanuel Carrère en las que se ha basado el jurado para otorgarle el Premio Princesa de Asturias de la Cultura 2021 es que en ellas “disecciona la realidad y desenmascara la condición humana”.
En ocasiones, la condición humana que desenmascara resulta terrorífica en su malignidad, eso sucede con su aclamado libro El adversario. Otras veces, como es el caso de la obra que hoy traigo a Opticks: De vidas ajenas, editada en el año 2011 por Anagrama, aunque las situaciones que cuenta sean angustiosas, la condición humana sale favorecida y el comportamiento de los protagonistas nos reconcilian con dicha condición.
“En cuestión de pocos meses, fui testigo de dos de los acontecimientos que más temo en la vida: la muerte de una hija para sus padres y la muerte de una mujer joven para sus hijas y su marido. Alguien me dijo entonces: eres escritor, ¿por qué no escribes nuestra historia? Era un encargo y lo acepté”.
Así inicia Emmanuel Carrère la presentación de De vidas ajenas, historias reales en las que participó, porque la muerte de la niña fue consecuencia del tsunami que asoló el sudeste asiático en el 2004, y él estaba de vacaciones con su familia en Sri Lanka, una de las zonas afectadas; y la mujer joven enferma de cáncer era hermana de su esposa.
En ambos casos, con más brevedad en el primero, Carrère describe los hechos acaecidos, investiga sobre las personas que los protagonizan y analiza las reacciones de todos, incluyendo las suyas propias, en un riguroso trabajo de introspección en el que no omite los defectos que encuentra en sí mismo al compararse con los demás.
Emmanuel y su esposa Hélène habían organizado las vacaciones a Sri Lanka buscando restaurar una convivencia cada vez más deteriorada. El escritor se consideraba culpable y rumiaba su incapacidad de amar. La actitud de Hélène, ayudando a los damnificados, sin pensar en que era periodista y podía aprovecharse de lo sucedido, y el dolor que veían en rededor, les hizo aproximarse de nuevo y valorar lo que estaban a punto de perder.
A la vuelta de vacaciones, les comunican que Juliette, hermana de Hélène, vuelve a tener cáncer. Ya lo padeció de adolescente, lo que le hacía caminar con muletas. Pese a todo, se había casado, tenía tres hijas y ejercía como jueza de primera instancia en un pueblecito cercano a su residencia.
Aquí la narración detalla cada instante de la espera que conduce a la muerte de Juliette, cómo la afrontan los familiares, los amigos y la propia enferma.
Es complicado analizar todo lo que se cuenta sin afligirse y caer en el melodrama, para lo que el autor se fija en especial en los detalles que resaltan el lado humano de los que rodean a la joven: la solidaridad de los vecinos, la serenidad y apoyo continuo del esposo, las circunstancias en las que se enamoraron a pesar de ser muy diferentes; la amistad comprensiva y firme de Étienne, su compañero juez, cojo como ella y por la misma enfermedad, con el que compartió tantos proyectos para que la aplicación de la ley fuese del todo justa.
Termino la reseña de De vidas ajenas, un libro inolvidable, cuyo contenido es imposible abarcar en pocas líneas, con la continuación de las palabras que Emmanuel Carrère pronunció al presentarlo en la edición francesa: “Empecé, pues, a contar la amistad entre un hombre y una mujer, los dos supervivientes de un cáncer, los dos cojos y los dos jueces, que se ocupaban de asuntos de sobreendeudamiento en el tribunal de primera instancia de Vienne (Isère). En este libro se habla de la vida y la muerte, de la enfermedad, de la pobreza extrema, de la justicia y, sobre todo, del amor. Todo lo que se dice en él es cierto”.