Joan Margarit nació en Sanaüja (Lérida) en 1938. Su padre, arquitecto, y su madre, maestra, se casaron en 1936; la Guerra Civil les obligó a buscar refugio en casa de la abuela paterna, allí nació el poeta.
Posteriormente el trabajo de su padre contribuyó a que cambiasen numerosas veces de domicilio. A pesar de todo pudo cursar el bachillerato en Barcelona donde, por entonces, empezó a escribir. También en Barcelona estudió arquitectura, consiguiendo el grado de Doctor Arquitecto en 1968 con la calificación de excelente cum laude. Fue catedrático de Cálculo de Estructuras en la universidad y su estudio de arquitectura se encargó de realizar el cálculo de estructura de la Sagrada Familia para continuar la obra de Gaudí. Uno de sus libros de poesía se llama precisamente así:
CÁLCULO DE ESTRUCTURAS
Ya no viene conmigo esta ciudad:
no me hace compañía, ni tampoco
me protege del viento y de la lluvia.
Aquello que pensaba que aprendíamos
-cálculo de estructuras, templos griegos-
cuando la Diagonal cruzaba descampados
y yo estaba estudiando arquitectura,
es un oficio de albañiles muertos
y cimientos de niebla.
En 1963 publicó sus primeros poemas en castellano y, a partir de 1980, entendió que la auténtica raíz de su poesía estaba en su lengua materna, la lengua que hablaba con la abuela analfabeta, persona fundamental en su infancia, y que había presidido una buena parte de su vida. Entonces decidió escribir en catalán porque del catalán obtenía la chispa originaria del poema, aunque siempre se preocupó de traducir lo que escribía al castellano.
DIGNIDAD
Si la desesperanza
tiene el poder de una certeza lógica,
y la envidia un horario tan secreto
como un tren militar,
estamos ya perdidos.
Me ahoga el castellano, aunque nunca lo odié.
Él no tiene la culpa de su fuerza
y menos todavía de mi debilidad.
El ayer fue una lengua bien trabada
para pensar, pactar, soñar,
que no habla nadie ya: un subconsciente
de pérdida y codicia
donde suenan bellísimas canciones.
El presente es la lengua de las calles,
maltratada y espuria, que se agarra
como hiedra a las ruinas de la historia.
La lengua en la que escribo.
También es una lengua bien trabada
para pensar, pactar. Para soñar.
Y las viejas canciones
se salvarán.
Joan Margarit amaba la poesía de Antonio Machado, pero en sus poemas predomina el verso libre y su poesía es vigorosa, firme, intensa y profunda, nacida muchas veces del dolor de la pérdida, como el libro Joana que escribió tras la muerte de su hija, y siempre de la soledad y el silencio.
CANCIÓN DE CUNA
Duerme, Joana.
Y que este Loverman oscuro y trágico
del saxo de tu hermano en Montjuïc
te pueda acompañar
toda la eternidad por los caminos
que son bien conocidos por la música.
Duerme, Joana, duerme.
Y a poder ser no olvides
tus años en el nido
que dentro de nosotros has dejado.
Mientras envejecemos,
conservaremos todos los colores
que han brillado en tus ojos.
Duerme, Joana. Esta es nuestra casa,
y todo lo ilumina tu sonrisa.
Un tranquilo silencio: aquí esperamos
redondear estas piedras del dolor
para que cuanto fuiste sea música,
la música que llene nuestro invierno.
Joan Margarit era un hombre libre, “La libertad es una librería”, escribió.
LA LIBERTAD
Es la razón de nuestra vida,
dijimos, estudiantes soñadores.
La razón de los viejos, matizamos ahora,
su única y escéptica esperanza.
La libertad es un extraño viaje.
Son las plazas de toros con las sillas
sobre la arena en las primeras elecciones.
Es el peligro que, de madrugada,
nos acecha en el metro,
son los periódicos al fin de la jornada.
La libertad es hacer el amor en los parques.
Es el alba de un día de huelga general.
Es morir libre. Son las guerras médicas.
Las palabras República y Civil.
Un rey saliendo en tren hacia el exilio.
La libertad es una librería.
Ir indocumentado.
Las canciones prohibidas.
Una forma de amor, la libertad.
Consideraba que “la tarea del poeta, igual que la del arquitecto, consiste en construir una estructura sólida”. Un poema tiene que conseguir la solidez con el menor número de palabras y “de esta exactitud viene su poder de consolación”.
CASA DE MISERICORDIA
El padre fusilado.
O, como dice el juez, ejecutado.
La madre, ahora, la miseria, el hambre,
la instancia que le escribe alguien a máquina:
Saludo al Vencedor, Segundo Año Triunfal,
Solicito a Vuecencia poder dejar mis hijos
en esta Casa de Misericòrdia.
El frío del mañana está en la instancia.
Hospicios y orfanatos fueron duros,
pero más dura era la intemperie.
La verdadera caridad da miedo.
Igual que la poesía: un buen poema,
por más bello que sea, será cruel.
No hay nada más. La poesía es hoy
la última casa de misericordia.
Joan Margarit recibió a lo largo de su trayectoria como poeta numerosos premios. Entre ellos el Nacional de poesía en 2008, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2019 y el Cervantes en 2019 cuando ya sabía el mal pronóstico de la enfermedad de la que murió en su casa de Sant Just Desvern (Barcelona) el pasado 16 de febrero.
Los que conocieron a Joan Margarit hablan de su honradez intelectual, su capacidad para sentir en profundidad lo que acontece y lo que preocupa y de su enorme generosidad.
LA ÉPOCA GENEROSA
Nuestros, como canciones
que nos hacen llorar, son esos días
que fueron la verdad de los anocheceres
sonrientes y del baño de los niños.
El alegre cansancio de la cena.
Las caras que no han vuelto
a confiar como entonces.
La vida se alimenta de días generosos.
De dar y proteger.
Si se ha podido dar, la muerte es otra.
Joan Margarit dejó su último libro sin publicar. Se titula Animal de bosque. El Mundo ha destacado en exclusiva algunos de los poemas que contiene. Yo copio aquí uno de ellos como último homenaje a un poeta que ha sabido buscar sentimientos en lo más profundo y escondido del ser humano, a pesar del dolor que conlleva esa búsqueda y la inmisericorde soledad del camino.
VIEJO
ENFERMO
Dentro de mí hay un temporal
de viento y lluvia
y poco tiempo para comprender.
Comienza una defensa sin piedad.
La muerte experimenta tan solo un sentimiento,
el de la indiferencia.
Pero en cambio, en mí,
domina, poderoso, casi violento a veces,
ese mismo deseo de vivir.
Vivir por más que el mal sea ronco y feroz,
una noche que me habla de un invierno
surgido en pleno estío,
con más frío que nunca.
Lo he pasado abrigado
con un jersey de lana,
una manta envolviéndome las piernas
y temblando de frío, casi sin fuerza alguna.
Hacia la luz los ojos, y no obstante,
por dentro, más honda cada día la negrura
y a la vez, poderosa la alegría.