EL FIN DE LA ETERNIDAD

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Hoy traigo a Opticks un libro cuyo argumento, según he leído, se le ocurrió a su autor al ver en el periódico lo que parecía a primera vista el dibujo del hongo de una explosión nuclear. El título del libro es El fin de la Eternidad y el autor Isaac Asimov.
El tema central de El fin de la Eternidad son los viajes en el tiempo. Aquí se realizan con la intención de modificar las circunstancias que provocan catástrofes y sufrimientos a la humanidad. (Adelantarse al coronavirus que nos aflige hubiese resultado muy conveniente).
Como es lógico, dado lo complicado de la cuestión tratada, el mundo que nos presenta Asimov no es precisamente sencillo.
En principio, los habitantes de la Eternidad son, sobre todo, hombres extraídos del Tiempo por sus características especiales y porque esa extracción no supone distorsionar la Realidad, como supondría en el caso de una mujer. Por lo tanto, aunque existe alguna referencia a las mujeres, sólo aparece una: Noÿs Lambent.
Los varones, llamados Eternos, sin que esto quiera decir que no envejezcan, se dividen en grupos según la función que realizan. Los más nombrados serían los Novatos, los Observadores, los Técnicos y los Computadores.
El protagonista principal de la obra es un Técnico, Andrew Harlan, que se encarga de escoger y aplicar, entre los distintos cambios ofertados por los Computadores, aquellos que permitan modificar una determinada situación dentro de un Tiempo, a partir del siglo XXVII, por el que pueden moverse fácilmente; se exceptúa la época que se extiende desde el siglo 70.000 hasta el 150.000, Siglos Ocultos, a los que no les está permitido llegar, aunque nadie parece saber por qué.
Los viajes en el tiempo se realizan en cápsulas especiales. La exploración del espacio está interrumpida y todo se reduce al control de la Realidad por los Eternos a lo largo de los siglos citados.
El Computador principal en la Eternidad es Laban Twissell, que ha observado en Harlan las cualidades necesarias para confiar plenamente en él y encargarle tareas con las que los aficionados a las matemáticas, la computación y la ciencia-ficción disfrutarán enormemente, conducidos por la imaginación y el saber de una persona tan inteligente y versada en esos campos como es Asimov.
La trama científica se dulcifica cuando Harlan conoce a Noÿs Lambent, que procede del Tiempo y es la secretaria de Finge, otro Computador con el que el joven mantiene una relación conflictiva, y se enamora de ella.
Al ordenarle sus jefes viajar como Observador al domicilio de la chica en el siglo cuatrocientos ochenta, ambos mantienen relaciones sexuales. Una vez de regreso a la Eternidad y presentar su informe a Finge, los comentarios de éste sobre Noÿs le impulsan a ir a buscarla. Así que vuelve a la casa y la traslada a los Tiempos Oscuros en una de las cápsulas que utilizan para viajar en el Tiempo.
Al igual que en otras obras de Asimov, en ésta hay también una parte de suspense, ya que la modificación consciente de la Realidad por parte de Harlan al margen de sus superiores, llevado por relación con la chica y sus propios descubrimientos, puede suponer su muerte y la destrucción del sistema creado por los Eternos.
El fin de la Eternidad termina bien, los entendidos me acusarán de simplista. Debo confesar que la ciencia-ficción no es mi género preferido, a no ser que extraiga de la obra leída una enseñanza que pueda aplicar con rotundidad a lo que me rodea o que conozco. Sucedió en el caso de Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1984 de George Orwell o Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.
La enseñanza que se me ocurre al terminar de leer El fin de la eternidad de Isaac Asimov es que el bien más preciado de los seres humanos es la libertad y limitarla con cualquier pretexto (en el libro para evitarnos calamidades) provoca a la larga muchos más problemas que los que se plantea resolver.

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