La gente buena tiene un don para irradiar cariño, para producir campos de fuerza donde poder cobijar a los demás, y en parte gracias a esas personas y a la constancia de sus gestos amables, la humanidad todavía no se ha extinguido.
Así termina el epílogo que cierra los 22 capítulos del libro, publicado por la editorial Destino, que ha sido Premio Nadal 2020. Se trata de El mapa de los afectos y es la primera novela de Ana Merino.
Al empezar esta obra, vuelvo a guiarme por percepciones de lectora veterana y soy incapaz de situar en Estados Unidos a las personas oriundas de allí que encontramos en muchos de los capítulos. A pesar de que leo en la presentación de la autora que lleva veinticuatro años viviendo en ese país, el niño Samuel y la maestra Valeria me parecen personajes propios del territorio hispano.
Después, conforme avanzo en la lectura, descubro que se trata de historias diferentes, que están correctamente escritas (Ana Merino es experta en Escritura Creativa en Español), que algunos de los protagonistas se relacionan entre sí en distintos capítulos y que los temas principales que se tratan aparecen de modo habitual en la prensa: el feminismo, el maltrato animal, la conservación del planeta, la llegada de inmigrantes a las costas andaluzas desde África o a Estados Unidos desde Hispanoamérica, la droga y sus consecuencias, la desaparición de una mujer y la acusación de asesinato a un vecino; las energías renovables, en este caso la eólica, etc.
En general, los protagonistas de estas historias son muy buenas personas, actúan en consecuencia y suelen encontrar su lugar en el mundo al final del capítulo.
Los pocos malos que encontramos, como la beata que condena al infierno a homosexuales y madres solteras o el pastor protestante que predica la virtud de forma apocalíptica y resulta ser un depredador sexual atacando a la pobre inmigrante, reciben su justo castigo y mueren de manera imprevista durante uno de esos tornados que asolan el Medio Oeste americano de vez en cuando.
La verdad es que no sé cuántos autores se presentaron a la convocatoria del Nadal; tampoco es que me fíe de la imparcialidad de los jurados, lo que sí sé es que las historias contenidas en El mapa de los afectos, leídas de manera individual, podrían servir para la clase de ética de un instituto sin demasiadas pretensiones, pero nunca para una consciente, reposada, seria y profunda lectura adulta.
Habrá una segunda novela, la esperaremos con interés.