Acabo de leer la décima edición de El infinito en un junco, libro de Irene Vallejo premiado con El Ojo Crítico de Narrativa, El Búho al mejor libro de la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro y El Premio Las Librerías Recomiendan en la categoría de no ficción.
El hecho de que tantos profesionales del gremio coincidan en su valoración, dice mucho de la obra que acaba de publicar la escritora aragonesa: un ensayo que explica, con ayuda de numerosos ejemplos, obtenidos mediante una investigación tan amplia como exhaustiva, la invención de los libros en el mundo antiguo, desde que apareció la escritura en Mesopotamia y Egipto hasta la caída del Imperio Romano de Oriente, incidiendo especialmente en la civilización griega y helenística y la difusión de toda ella a través de las conquistas de Roma.
Expresado de este modo y teniendo en cuenta que El infinito en un junco tiene 449 páginas, alguien podría pensar que se trata de una obra aburrida llena de fechas, nombres y datos. Nada más lejos de la realidad. Irene Vallejo escribe de una forma tan directa, elegante, clara y sencilla que los lectores la percibimos como la extraordinaria narradora de historias que es. Una particular Scheherezade.
Unas historias que seducen por múltiples razones, entre las cuales puede destacarse la relación que la autora va estableciendo página tras página entre el pasado y el presente. Así que de su mano, conducidos por un hilo vital semejante al de Ariadna, nos trasladamos gracias a los libros en un maravilloso viaje que nos hace conscientes de la herencia que hemos recibido y nos descubre la fuerza transformadora y revolucionaria de la palabra.
Irene Vallejo ama los libros, comparte con nosotros lo que han supuesto para ella a lo largo de su vida de niña acosada en la escuela y de adulta realizada y feliz. Esa intensidad de emociones y sentimientos, expresados desde una familiar cercanía, nos seduce aún más.
Es muy grato situarnos a su lado, visitar librerías y bibliotecas, conocer autores de todos los tiempos que nos legaron obras inolvidables, averiguar las causas de sus éxitos y de sus fracasos; valorar lo que los libros han supuesto para la promoción y avance de los seres humanos; la manipulación que han intentado hacer de ellos ideologías y doctrinas totalitarias, destruyendo todos los que no eran afines a sus propósitos.
Y la certeza, siempre la certeza, de que, pese a tanta pérdida y destrucción más o menos consciente, los libros han continuado y continuarán existiendo para cumplir la enorme cantidad de funciones que tienen asignadas.
La humanidad desafió la soberanía absoluta de la destrucción al inventar la escritura y los libros. Gracias a esos hallazgos, nació un espacio inmenso de encuentro con los otros y se produjo un fantástico incremento en la esperanza de vida de las ideas. De alguna forma misteriosa y espontánea, el amor por los libros forjó una cadena invisible de gente –hombres y mujeres- que, sin conocerse, ha salvado el tesoro de los mejores relatos, sueños y pensamientos a lo largo del tiempo.
El infinito en un junco de Irene Vallejo nos hace participar de ese tesoro.