Hace algunos días tuve la oportunidad de ver de nuevo Desayuno con diamantes, película protagonizada por una de mis actrices favoritas: Audrey Hepburn. Lo que no sabía es que dicha película está basada en la novela de Truman Capote, Desayuno en Tiffany’s, del que sólo había leído la que se considera su mejor obra, A sangre fría.
El buen recuerdo que dejó en mí la película citada, me ha impulsado a buscar la novela en la que se inspira, y, tras su lectura, compartirla en Opticks.
Truman Capote publicó Desayuno en Tiffany’s en 1958, convertido ya en un autor muy valorado por el público y la crítica. Se trata de un libro bastante breve, 160 páginas, pero con muchos de los rasgos de genialidad que le son propios.
Ambientada en la ciudad de Nueva York, la historia que contiene Desayuno en Tiffany’s la narra Paul, un escritor principiante que fue vecino de la protagonista más destacada en el relato, Holly Golightly, aunque después descubriremos que ése no es su verdadero nombre y que su vida no fue ni mucho menos tan glamurosa como lo es ahora, cuando está a punto de cumplir 19 años.
La personalidad ingenua y alocada de Holly Golightly, junto a su elegante y seductora apariencia, atrae a multitud de hombres que no dudan en hacerle regalos, invitarle a fiestas, pagar sus caprichos e, incluso, desear casarse con ella. Entre sus enamorados estará el joven y soñador Paul, dispuesto siempre a acogerla, confortarla y disculpar sus excentricidades.
En el apartamento de Holly vive un gato callejero al que no ha puesto nombre porque así es más destacable la provisionalidad en la que está instalada. Es un poco fastidioso eso de que no tenga nombre. Pero no tengo ningún derecho a ponérselo: tendrá que esperar a ser el gato de alguien. Nos encontramos un día junto al río, pero ninguno de los dos pertenece al otro. Él es independiente, y yo también. No quiero poseer nada hasta que encuentre un lugar en donde yo esté en mi lugar y las cosas estén en el suyo. Todavía no estoy segura de dónde está ese lugar. Pero sé qué aspecto tiene, es como Tiffany’s… Si encontrara un lugar de la vida real en donde me sintiera como me siento en Tiffany’s, me compraría unos cuantos muebles y le pondría nombre al gato.
Sin embargo, no son las joyas de Tiffany’s las que atraen a la chica, sino… Ese silencio, esa atmósfera tan arrogante; en un sitio así no podría ocurrirte nada malo…
Y es que, tras la aparente frivolidad y despreocupación, Holly esconde una enorme fragilidad y un inmenso deseo de cariño del que, por otro lado, no se considera merecedora.
Alrededor de Holly, cuyas carencias afectivas descubriremos a través de sus actos, Truman Capote sitúa una extraordinaria galería de personajes: mafiosos, diplomáticos, militares, millonarios, cineastas…; todos ellos descritos con maestría por medio de su aspecto y sus acciones.
Investigando la vida de Truman Capote, que se suicidó a los 59 años, sientes cercano el desamparo de Holly Golightly.
Un desamparo que te entristece y te hace pensar; sensación diferente del bienestar y hasta la euforia que queda en ti cuando terminas de ver la película, de final muy distinto.