El pasado 9 de marzo murió, aunque no víctima del coronavirus, otro escritor que algunas personas consideran olvidado, pero que durante su larga existencia recibió numerosos premios, como el Cervantes (2002), el de la Crítica (1989) o el Nacional de las Letras (1992). Se trata de José Jiménez Lozano, nacido en la provincia de Ávila y considerado por muchos uno de los grandes escritores castellanos.
José Jiménez Lozano, que se licenció en Derecho, Filosofía y Letras y Periodismo, cultivó la novela, la poesía y el ensayo.
Yo traigo a Opticks hoy un libro incluido en el tercer apartado. Se titula Los cuadernos de letra pequeña y fue publicado en el año 2003 por la Editorial Pre-Textos.
Los cuadernos de letra pequeña es el tercer libro de este escritor destinados a recoger, a modo de diario, una serie de reflexiones en las que toca, con admirable lucidez, profundidad y sabiduría, los más variados temas: educativos, religiosos, políticos, filosóficos, sociales…
Esta aproximación la hace siempre con rigor y honestidad intelectual, a veces desde una óptica religiosa no exenta de crítica; al igual que hace con cuestiones sociales, educativas y políticas, alejado de modernas corrientes que dejan de lado lo que él considera fundamental en cualquier disciplina: el ser humano, cuerpo y espíritu. Dentro de veinte años toda esta sofisticación técnica de hoy será risible; y, si no hemos mantenido siquiera el espíritu que hemos heredado, seremos solamente una civilización de anticuadas técnicas digitales en constante reciclaje, condenada a una vida primaria de satisfacción de necesidades primarias.
No es que Jiménez Lozano esté en contra de la técnica en sus diarios, lo que desea es que la técnica no haga de nosotros seres enajenados, que viven como podría vivir un robot o alguien programado para satisfacer únicamente sus necesidades físicas, alejados de toda reflexión o toda trascendencia, uno más en la masa.
Cita muchas veces, en el transcurso de estas reflexiones, a grandes escritores de todos los tiempos que, en sus obras, se hacen y nos hacen preguntas: Marco Aurelio, Shakespeare, Pascal, Descartes, Spinoza, Kierkegaard, Dostoievski, Kafka, Unamuno, Simone Weil, Boris Pasternak, Stefan Zweig, Heinrich Böll, Edith Stein, Samuel Beckett, Marguerite Yourcenar, Faulkner y muchos más en los que va apoyándose, obligándonos a reflexionar sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea desde una perspectiva humanística.
Este tipo de análisis, en circunstancias como las actuales, puede venir muy bien, porque quizá profundizando en lo que somos, en lo que hemos sido desde el principio de los tiempos y que han analizado tantos avisadores, él llama así a los pensadores que cita, podríamos aprovechar la tragedia que estamos viviendo, con millares de muertos, miedo e incertidumbre, que se intenta olvidar a base de recursos superficiales o de manual de autoayuda en la mayoría de los casos, sin caer en la cuenta como Jiménez Lozano nos dice en sus Cuadernos de letra pequeña que todo ser humano se liquida y liquidará a otros si no tiene muy claros los valores universales del espíritu: lo verdadero, lo justo, lo hermoso, la libertad, la misericordia, el valor. Se sienten escalofríos cuando se inciensan los pueblos, las lenguas y los tiempos, o cualquier ideología por encima del ser humano, el rostro singular e irreemplazable.
Ojalá sepamos rescatar, defender y llevar a la práctica esos valores.