TANTOS DÍAS FELICES

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Mientras leía el libro que hoy traigo a Opticks, iba anotando las páginas en las que encontraba párrafos que mostraban un ingenio especial, hasta que me di cuenta de que el número de páginas anotadas empezaba a resultar extravagante por lo numeroso.
El libro se titula Tantos días felices, fue publicado el año 2015 por la editorial Libros del Asteroide y su autora es la escritora norteamericana Laurie Colwin que lo escribió en 1978.
Tantos días felices, que alguien calificaría de novela romántica, nos presenta dos historias de amor que terminan en matrimonio y que tienen como marco la ciudad de Nueva York a finales de los setenta.
El problema es que el calificativo de “romántica” no hace en absoluto justicia a esta obra, ni en el sentido literario del término ni tampoco en el “adolescente”. Es cierto que el relato contiene dos historias de amor, pero la habilidad de la autora para contarlas logra que el resultado se aparte de cualquier calificativo.
Vuelvo la vista atrás y recuerdo cómo era mi vida y la vida de quienes me rodeaban en 1978 y los recuerdos, con una Constitución recién aprobada y un futuro ilusionado de libertad y nuevas expectativas, son, sobre todo, positivos.
No sé cómo sería la vida de Laurie Colwin cuando publicó el libro en Estados Unidos en 1978, pero no podía ser mala, porque en estas páginas no hay nada dañino ni infame ni grosero ni tan siquiera chabacano o vulgar.
Eso no quiere decir que las personas que intervienen en él sean seres angélicos, ni mucho menos. Se trata de personas normales con sus manías y sus defectos, pero a la hora de relacionarse con los demás, amigos o pareja, la escritora ha destacado el lado bueno, entrañable; y cuando el histrionismo de algunos personajes permite escasos rasgos de bondad, la autora los presenta de tal modo que el divertimento está asegurado y la sonrisa justifica el error.
El argumento de Tantos días felices es bastante sencillo. Podríamos decir en un principio que los protagonistas principales son hombres, Guido y Vicent, dos primos que han crecido juntos, se han separado para estudiar carreras diferentes y ahora, cuando ya están llegando a la treintena, vuelven a encontrarse en Nueva York. Guido, elegante, sensual, sentimental, trabaja como responsable de una fundación de su familia que financia proyectos de arte público, y Vicent, relajado, ligero, entusiasta, ocupa el cargo de experto en Planificación Urbana.
Así que con el futuro más o menos asegurado, se instalan tranquilamente a pensar con quienes van a casarse. Entonces Guido conoce a Holly, una persona del todo distinta a él, meticulosa, con rutinas fijas y que nunca muestra sus emociones. Poco después Vicent se encuentra con Misty, compañera de trabajo, enfadada con el mundo, que se considera a sí misma “el azote de Dios”. Con Holly y Misty ocupando el primer plano, el protagonismo pasa a las mujeres.
Las relaciones que se van estableciendo entre caracteres tan distintos están expuestas y analizadas de una manera inteligente y divertida. Para unos el amor es un acto de voluntad y para otros una cuestión de sentimientos.
Lógicamente esas dispares concepciones chocan y dan lugar a situaciones sorprendentes que se refuerzan con las provocadas por los personajes secundarios que aparecen: Betty Helen, una isla de calma en la tempestad y a la vez sosa como el arroz con leche; Stanley Berkowitz, primo de Misty, que escribe a maquina superrápido pero omite la uve doble, porque eso da a las cartas un toque personal; su novia, Sybel, bailarina de danza moderna, estudiante de mimo, vegetariana, asidua al taichí, al kendo, a la meditación y a lograr por todos los medios posibles el bienestar mental y espiritual; Maria Teresa Warner, coordinadora de la empresa en la que trabaja Misty que le aconseja sobre su relación amorosa utilizando citas de Santa Teresa de Ávila; la familia de Vicent, abogados y médicos rurales; la familia de Misty, incluía a comunistas, trotskistas, socialistas de todo tipo, sindicalistas, profesores de ciencias políticas, neurofisiólogos y psicoanalistas profanos.
Éstos y muchos más que omito para reducir el tamaño de la reseña y no porque sean menos importantes, junto con las dos parejas protagonistas, convierten a Tantos días felices de Laurie Colwin en un libro muy recomendable para elevar el ánimo y disfrutar con la obra bien hecha, en estos tiempos nuestros en los que las relaciones de pareja que la funesta televisión nos muestra resultan deprimentes, las noticias del coronavirus ahondan la depresión y las de carácter político oscurecen aún más el panorama, que se obstinan veamos cada vez más oscuro y tenebroso.

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