MARATHON MAN

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Hace algo más de una semana, el día 16, murió a los 87 años el novelista, guionista y dramaturgo estadounidense William Goldman.
Creo que a William Goldman se le conoce más en su faceta de guionista que en la de novelista o dramaturgo. ¿Qué aficionado al cine no recuerda Dos hombres y un destino, La princesa prometida o Todos los hombres delPresidente?
Sin embargo, hoy en Optick no voy a hablar de esas grandes películas, sino de una novela, Marathon Man, publicada en 1974.
Marathon Man, al igual que sucedió con su obra La princesa prometida, también originó una película, que protagonizaron Dustin Hoffman y Laurence Olivier, entre otros, y fue estrenada con el mismo título en 1976.
No he visto la película, por lo tanto no sé si el argumento se ajusta por completo a la novela. De ser así, mantendrá en vilo al espectador casi desde el principio.
Digo casi porque imagino que los primeros capítulos del libro adaptados al cine proporcionarán pistas sobre lo que va a suceder después. Pistas que permitan unir las tres historias con las que se inicia, en las que intervienen personajes que, en apariencia, no tienen entre ellos ninguna relación.
La primera historia presenta a dos ancianos, uno judío y otro alemán, circulando con sus respectivos coches por una calle de Manhattan. Ambos ancianos se enfrentan en un atasco y emprenden, encolerizado el uno con el otro, la desenfrenada carrera que los conducirá a la muerte.
En la segunda, conocemos a Babe (Thomas Babington Levy), un joven desgarbado, alto y flaco, licenciado en literatura en Oxford, que está preparando el doctorado, puede correr 15 millas sin fatiga alguna, sueña ser campeón de maratón; y soporta que se metan con él, por su aspecto desaliñado y enclenque, los vecinos del apartamento en el que vive en un barrio poco recomendable.
La tercera está protagonizada por Scylla, agente secreto estatal perteneciente a un grupo de élite denominado la División, al que atacan  una serie de personas que pretenden matarle en diversos momentos y escenarios.  
Poco a poco el ritmo del relato se hace más rápido. Scylla sale bien parado de los intentos de asesinato aludidos.
Babe sintoniza enseguida con el que desea dirija su tesis, el profesor Biesenthald, eminente historiador que le cuenta que admiraba a su padre del que fue buen amigo.
El padre de Babe, brillante e inteligente historiador como Biesenthald, se suicidó al ser acusado de comunista en la caza de brujas emprendida por el senador McCarthy y no poder soportar la presión social.
Para completar su, en apariencia buena racha, Babe conoce en la biblioteca de la facultad a una joven, Elsa, que al contrario de lo que le sucede habitualmente con las chicas, se muestra interesada por él.
Pero es a partir de la página 103, el libro tiene 266, cuando los acontecimientos se suceden de manera vertiginosa y Babe se convierte a su pesar en la principal víctima de una trama criminal que le desborda, y cuyo principal objetivo es hacerse con un número indeterminado de diamantes que pertenecieron a los judíos torturados y muertos en Auschwitz.
El personaje más siniestro en dicha trama es un dentista, Christian Szell, en la novela ayudante de Mengele, que regresará de Sudamérica, donde está escondido, con la intención de recuperar esos diamantes de la caja brindada de un banco de Nueva York, utilizando para ello los terroríficos métodos que perfeccionó en Auschwitz.
No digo más. La novela, que gana conforme te vas adentrando en sus páginas, además del suspense y del ritmo perfecto, tiene riquezas que el lector atento descubrirá con gusto.

 

Al mismo tiempo, su lectura podrá suponer un pequeño homenaje, en mi caso lo ha sido, al escritor que acaba de morir.

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