La primera obra que leí de Isaac Bashevis Singer, escritor judío y Premio Nobel 1978, fue La casa de Jampol (en Opticks el 22 de agosto del año 2011). Dos años más tarde (Opticks, 16 de mayo 2014), me recomendaron del mismo autor La familia Moskat; y este verano tuve ocasión de adquirir en un mercadillo El certificado, novela más breve que las anteriores pero con parecidas características en cuanto a contenido y formas de expresión, lo que hace que los libros de Isaac B. Singer continúen siendo admirados en los más exigentes círculos literarios
Un escritor, pensé, debe urdir una trama que, por un lado, tenga la apariencia de la realidad corriente, y por otro revele la presencia y el discernimiento de las fuerzas que manejan el mundo.
Es lo que piensa el joven David Bendiger poco después de llegar a Varsovia, la ciudad en la que, de niño, había vivido con su familia.
Ahora, en 1922, cumplidos ya los 18 años, tras haber estudiado yiddish y hebreo, leído mucho sin un orden determinado, escrito un ensayo sobre Spinoza y la Cábala y algunos textos más cuya calidad considera dudosa, se plantea qué hacer con su vida, aunque lo que más desea es convertirse en un buen escritor.
El problema es que en la Polonia que pervive después de la primera guerra mundial ha brotado con fuerza un agresivo nacionalismo, lo que perjudica en especial a los judíos, más aún si son tan pobres como David. En el lado contrario, el comunismo, que aspira a expandirse, tampoco simpatiza demasiado con el que se considera así mismo pueblo elegido; lo comprobará el hermano mayor de David, también escritor, cuando viaja a Rusia en busca de mejores oportunidades.
Las circunstancias, las fuerzas que manejan el mundo, provocan que la supervivencia del muchacho dependa de tres mujeres: Sonia, trabajadora en una tienda de ropa que vive en la casa de sus patrones; Minna, hija única de padres acaudalados con formación aristocrática; y Edusha, que ha optado por el comunismo y está convencida de que salvando al proletariado se acabará con la injusticia en el mundo.
La personalidad y las circunstancias de estas tres mujeres tan distintas las presenta Isaac B. Singer con tal realismo, una de las principales características de su estilo, que las hace del todo humanas y, dato curioso, avanzadas, incluso, muy avanzadas, para la época en la que vivieron.
El nombre del libro, El certificado, viene porque, al apoderarse Gran Bretaña de Palestina en 1917, se permitía a los judíos regresar a la tierra de sus antepasados, aunque con cuentagotas y multitud de trabas burocráticas, si contaban con un certificado que autorizaba el viaje. Así que Minna propone a David pagar ella los costes de tal certificado, formalizar un matrimonio ficticio y viajar ambos a Palestina; allí se divorciarán y podrá casarse con su prometido que la espera.
Junto a lo que concierne a las tres mujeres, está el profundo estudio del carácter del joven, siempre hambriento y con sueños de grandeza que visualiza de continuo hasta perder el contacto con la realidad mísera que lo envuelve.
El certificado se considera por los críticos como novela de aprendizaje ya que, contada en primera persona, refleja las dudas religiosas, políticas y existenciales propias de la juventud.
Lo curioso es que, quizá de ahí proviene su impactante realismo, según nos dice en una nota final Rhoda Henelde Abecassis, la historia relatada por Isaac B. Singer en El certificado es en su mayor parte autobiográfica.
Fue esa habilidad especial para mezclar la realidad con la fantasía uno de los méritos de Singer que tuvo en consideración el comité de expertos que le concedió el Nobel, explicando que en la obra de Isaac B. Singer “fantasía y experiencia cambian de forma. La fuerza evocadora de la inspiración de Singeradquiere un sello de realidad, y esa misma realidad es elevada por los sueños y la imaginación a la esfera de lo sobrenatural, donde nada es imposible y nada es seguro”.