UANDO FUIMOS HUÉRFANOS

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Mi conocimiento de Kazuo Ishiguro, Premio Nobel de Literatura 2017, se reducía hasta ahora a saber que su obra, Los restos del día, había dado lugar a una extraordinaria película, Lo que queda del día, protagonizada de forma magistral por dos actores a los que admiro, Anthony Hopkins y Emma Thompson.
Así que cuando supe que le habían concedido el Nobel, busqué alguno de sus libros que me permitiese ampliar tan escaso conocimiento.
El libro que encontré, una obra hermosa y exquisita que cuesta resumir, se titula Cuando fuimos huérfanos y en él, el protagonista, Christopher Banks, relata en primera persona cómo ha ido transcurriendo su vida desde la infancia hasta la madurez.   
Christopher Banks, al que de niño llamaban familiarmente Puffin, nace en Shangai de padres británicos a comienzos del siglo XX. Nace en esa ciudad porque su padre trabaja para una compañía, también británica, que tiene relación con el mercado del opio. La madre, consciente de los efectos que el opio provoca en la salud de sus consumidores, hace campaña en contra del nefasto consumo; le ayuda en su tarea un buen amigo de la familia, tío Philip.
Cuando el niño tiene 9 años y disfruta de su infancia junto a su amigo Akira, el niño japonés de la casa de al lado, primero su padre y después su madre, desaparecen sin dejar rastro. Tras un tiempo de búsqueda infructuosa, Puffin, considerado huérfano, es enviado a Inglaterra y queda bajo la tutela de una tía.
Todo esto no lo sabemos desde un principio, Christopher inicia su relato en 1930 en Londres, cuando la práctica de la vocación que sintió de pequeño  al perder a sus padres le va convirtiendo progresivamente en un exitoso y aclamado investigador que resuelve importantes  y divulgados casos de asesinatos y otros delitos.
La resolución de esos casos sólo tiene importancia en la historia que nos cuenta el joven porque gracias a ella se introduce en la alta sociedad inglesa, describe lo que ve con inteligentes pinceladas y conoce a Sarah, una bella mujer que tendrá un importante papel en la novela.
Consolidado ya su estatus como investigador, Christopher Banks decide viajar hasta Shangai con la intención de encontrar a sus padres. La ciudad, caótica y multiétnica según la recordaba, está ahora sumida en plena guerra tras la invasión de China por el ejército de Japón.
Contado así parece un relato realista y ajustado a la época. Lo que ocurre es que la forma de narrar de Kazuo Ishiguro tiene poco que ver con el realismo en sentido estricto. Los hechos están ahí, enriquecidos además con multitud de explicaciones y detalles en los que puede apreciarse el genio del escritor de origen japonés y nacionalidad inglesa, pero el modo de ser del personaje central, su psicología y manera de afrontarlos resulta fundamental en la transmisión de los mismos; es decir, lo que llega hasta nosotros no es en muchas ocasiones el hecho tal y como sucedió, lo que llega es la visión actual del joven sobre lo sucedido anteriormente; incluso hay páginas en las que nos parece participar no de su vida sino de sus sueños. Recuerdos y sueños que acentúan la eterna sensación de orfandad que el ser humano experimenta a veces.
Enlazando este libro con lo que recuerdo de la película Lo que queda del día, allí el mayordomo y aquí el investigador, se sienten destinados a una misión especial que les impide atender a cuestiones que consideran accesorias, el amor entre ellas.
Pese a todo, el cumplimiento de esa misión, aun revistiendo a estos personajes de una patina de tristeza y melancolía ante la imposibilidad de vivir una vida distinta, no les hace antipáticos o acreedores de nuestra compasión, no he leído el libro en el que está basada la película, pero el protagonista de Cuando fuimos huérfanos afronta el día a día con una nobleza y una dignidad admirables en todo momento.
Nobleza y dignidad que, por lo que leo en una de las entrevistas que le han hecho con motivo de la concesión del Nobel, posee también en grado sumo Kazuo Ishiguro que afirma: «Me sentiría especialmente emocionado si pudiera de algún modo contribuir a crear una atmósfera más positiva en estos tiempos de incertidumbre. Espero que el hecho de recibir este honor sirva para alentar las fuerzas de paz y buena voluntad».
 
 
 

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