Pese a ser una gran admiradora de Eduardo Mendoza, Premio Cervantes 2016, no recuerdo haber hablado en Opticks de ninguna de las obras que ha escrito.
Así que hoy, uniéndome a las felicitaciones que ha debido recibir por el prestigioso premio que le ha sido otorgado, hablaré sobre la que supuso su entrada triunfal en el mundo de la Literatura. Se trata de La verdad sobre el caso Savolta, Premio de la Crítica en 1976 y una de esas obras que seduce al lector por múltiples razones, entre las que podrían citarse las siguientes:
-Porque en ella encontramos todos los géneros, desde la novela picaresca a la negra; el folletín, la novela sentimental, de costumbres, histórica, etc. -Porque los personajes están perfectamente caracterizados y los ambientes magistralmente descritos.
-Por la construcción del relato, en la primera parte en forma de declaración ante un juez que, además de contar con diversa documentación proporcionada por personas que participaron en el caso, obliga con sus preguntas al declarante a explicar unos hechos acaecidos diez años antes; y en la segunda, de manera lineal hasta llegar al sorprendente desenlace.
-Porque en sus páginas hay crítica, denuncia social, suspense y un humor entre irónico y sarcástico que será la carta de presentación de Eduardo Mendoza en obras posteriores.
Los sucesos narrados en La verdad sobre el caso Savolta tuvieron lugar en Barcelona durante los años 1916 y 1917; el principal protagonista es Javier Miranda que contará lo sucedido a un juez de Nueva York diez años más tarde.
Javier Miranda, que había estudiado dos cursos de leyes en su Valladolid natal, llega a Barcelona en busca de trabajo y entra como ayudante en el despacho del abogado Cortabanyes, por mediación del cual conoce a Paul André Lepprince, un francés joven y ambicioso que trabaja en la empresa del señor Savolta.
Dicha empresa fabricó armas para los alemanes durante la 1ª Guerra Mundial y ahora se enfrenta a los movimientos obreros potenciados por el anarquismo en su afán de mejorar las precarias condiciones de vida de los trabajadores.
Esto proporciona a Eduardo Mendoza la posibilidad de presentarnos la realidad de Barcelona en aquellos complicados tiempos. Una ciudad a la que llegaban inmigrantes desde las zonas más deprimidas de España e intentaban sobrevivir en un ambiente de miseria, prostitución, robos y asesinatos, algunos de ellos a manos de matones pagados por los empresarios que buscaban así amedrentar a los obreros y evitar las huelgas.
Lepprince planea casarse con Mª Rosa, hija única del señor Savolta que es asesinado en el trascurso de una fiesta celebrada en su casa.
La investigación de ese asesinato y del anterior de un periodista, Domingo Pajarito de Soto, que desconfiaba de las actividades de la empresa Savolta, corre a cargo del comisario Vázquez, ayudado casi sin pretenderlo por Nemesio Cabra Gómez, individuo de ambientes marginales con alteraciones psicológicas.
En ese mundo marginal vive también María Coral, una hermosa gitana de la que se enamoran Lepprince y Miranda y que desempeñará un importante papel en la trama.
Pero no sólo los personajes que acabo de citar prestigian la novela de Eduardo Mendoza, otros muchos aportan detalles humorísticos, como, además de Nemesio, el sargento Totorno; sorprendentes, como el grupo de mujeres anarquistas que integran la caravana del amor libre; inquietantes, como el asesino a sueldo Max o el mismo Lepprince, etc.
La riqueza argumental, de composición, vocabulario, ambientes, personajes y matices que encierra La verdad sobre el caso Savolta es tal, que resulta imposible comprimirla en unas cuantas líneas.
Aunque como supongo que la mayoría de los lectores habrán leído ya la novela, todos deben saber muy bien de lo que hablo.