El beso azul, libro que hoy traigo a Opticks del autor barcelonés Jordi Sierra i Fabra, al que hasta ahora sólo conocía por sus notables relatos destinados a niños y jóvenes, podría definirse como un cuento de hadas; una narración en positivo sobre los que para el escritor quizá fueran los inicios de la “memoria histórica”, antes de convertirse en una ley cuya aplicación está provocando bastantes problemas en diversos lugares de España.
En El beso azul la memoria histórica la conservan los habitantes de un pequeño pueblo que vivieron la guerra civil española y sus nefastas consecuencias. Es una memoria oculta tras un muro de miedo y silencio similar al que construyó en su casa uno de los vecinos partidario de la República para protegerse de los contrarios a ella hasta la muerte de Franco en 1975.
La historia que nos cuenta Jordi Sierra i Fabra sucede en 1977 a punto de realizarse las primeras elecciones democráticas, cuando Rogelio, que todos creían fue fusilado en 1936 y yace en una fosa perdida en el monte al lado de su padre, su hermano mayor y otros vecinos republicanos, regresa al pueblo donde nació convertido en un hombre muy rico junto a su esposa colombiana y su hija de 19 años.
Las conmoción que se produce en su entorno más próximo: familia, amigos; los recuerdos que empiezan a aflorar de un tiempo en el que el pueblo se dividió en dos bandos enfrentados, la dureza de la posguerra para los vencidos, humillados y represaliados; el modo de reaccionar de los vencedores, etc., nos aproxima a una época que algunos hemos vivido ya. Una época en la que, llenos de esperanza y confiando en un mejor futuro, coreábamos la canción de Jarcha Libertad sin ira.
En El beso azul, son pocos los dramas que trae consigo la memoria histórica. El hombre que vuelve busca respuestas, pero no venganza, aunque justicia sí; y las respuestas que encuentra no hacen daño a nadie, sino que solucionan la vida de sus amigos de entonces y hasta de sus familias.
Y al final, como ocurre en los cuentos de hadas, los buenos son premiados los malos, castigados y se hace realidad, al menos en 1977 para los que anhelaban conseguirla, la coreada libertad sin ira.