Escribí en contra del crimen perpetrado con excusa política, en nombre de una patria donde un puñado de gente armada, con el vergonzoso apoyo de un sector de la sociedad, decide quién pertenece a dicha patria y quién debe abandonarla o desaparecer. Escribí sin odio contra el lenguaje del odio y contra la desmemoria y el olvido tramado por quienes tratan de inventarse una historia al servicio de su proyecto y sus convicciones totalitarias.
Los párrafos anteriores pertenecen a uno de los 125 capítulos que conforman Patria el último libro del escritor vasco Fernando Aramburu. Cada uno de esos 125 capítulos podría decirse que constituye una historia en sí mismo, que presenta un aspecto destacable de la vida de los protagonistas de Patria. Por un lado, el matrimonio que forman Miren y Joxian con sus hijos Arantxa, Gorka y Joxe Mari; por otro, el que constituyen Bittori y Txato con los suyos, Xabier y Nerea.
En el relato de Fernando Aramburu se alternan el pasado y el presente. El presente será el cese de los asesinatos por parte de ETA en el año 2011 y el pasado, a partir de 1980, lo que rodea a uno de esos asesinatos: el de Txato, propietario de un negocio de transporte de camiones que no puede pagar los millones que la banda le exige tras elevar el impuesto revolucionario que le cobran.
Una vez que ETA se compromete a dejar de matar, Bittori regresa a la casa del pueblo que abandonó junto a sus hijos cuando mataron a su marido y que nunca quiso vender, un pueblo en el que hasta el cura le dice que no es bienvenida. Desde allí visita con frecuencia el cementerio, se sienta en la tumba en la que está enterrado y habla con él acerca de lo que sucedió y de lo que ahora está sucediendo.
Así conocemos que las dos familias, vascos de toda la vida, eran muy amigas, hablaban euskera y estaban completamente integrados en la sociedad local. Luego Txato montó la empresa a base de duro trabajo, le fue bien y empezó el chantaje terrorista mediante cartas, pintadas y amenazas, es decir, lo que ya conocemos, entonces se les hizo el vacío.
Lo extraordinario del libro, y hay mucho, es que la vivencia de ese vergonzoso vacío nos la transmiten las víctimas del mismo, a las que les niegan el saludo, no les venden en las tiendas ni les sirven en los bares y lo hace todo el pueblo, también los que consideraban sus mejores amigos.
Descubrimos así el daño que puede ocasionar a las personas una sociedad cerrada y primitiva, a la que se ha educado en una rancia mitología de superioridad que excluye al que no piensa igual, utiliza la lengua como rasgo de diferenciación y vive enroscada en un fanatismo demencial en unos casos y atenazada por el miedo en otros.
En esa alternancia de pasado y futuro vamos conociendo a los hijos de las dos familias y cómo el adoctrinamiento nacionalista influye en ellos hasta lograr que Joxe Mari entre en ETA, se convierta en un asesino, sea capturado y lleve 17 años en la cárcel, lo que supone la radicalización de la madre que apoya sin fisuras a la banda.
Al resto de los jóvenes la presión nacionalista y el asesinato de Txato les afecta de diversa manera. Xabier se vuelca en su trabajo y elige como meta cuidar a su madre. Nerea busca evadirse, detesta que la consideren una víctima, ni tan siquiera asiste al funeral del padre. Gorka quiere pasar inadvertido, sabe lo que se juega negándose a formar parte de la manada, abandona el pueblo y se dedica a escribir. Arantxa es la más valiente de todos, incluso cuando sufre un ictus y se queda casi paralizada.
Como he dicho antes, Bittori vuelve a instalarse en la casa del pueblo y esa vuelta tiene una misión, se sabe enferma, cree que le queda poco tiempo y desea que desde la cárcel Joxe Mari le diga quién mató a su marido y que le pida perdón por ello.
Quizá sea ese el eje alrededor del cual gira el libro: la necesidad de que los terroristas reconozcan su culpa y que pidan perdón por lo que hicieron.
Patria tiene 645 páginas, incluyendo aquellas que aportan la traducción de los términos en euskera utilizados. No es una obra revanchista ni va contra nadie, se limita a contar lo que ocurrió sin omitir nada, ni las torturas a los etarras detenidos en Intxaurrondo, ni la función de las herriko tabernas en el desarrollo de las actividades terroristas, ni el indigno y vergonzoso papel de muchos miembros de la iglesia católica, ni la política de dispersión de presos, ni la justificación de la violencia por parte de tantos, ni…
Es imposible resumir en unas líneas tantas cuestiones y tan bien expuestas por Fernando Aramburu, un extraordinario escritor, un vasco que escribe con el convencimiento de que también está en marcha la derrota literaria de ETA.