El día de la independencia es el título de la novela que acabo de leer del escritor norteamericano Richard Ford, Premio Princesa de Asturias de las Letras 2016, cuyo jurado en su dictamen lo ha calificado como “el gran cronista del mosaico de historias cruzadas que es la sociedad americana”.
El día de la independencia, auténtico “mosaico de historias cruzadas”, se publicó en 1995, el protagonista principal es Frank Bascombe, personaje creado por Richard Ford para una obra anterior, El periodista deportivo, y que aparecerá en obras posteriores.
Hay quien dice que Frank Bascombe sería el álter ego de Richard Ford por algunas coincidencias en las biografías de ambos, por ejemplo, el hecho de trabajar como periodistas deportivos o ser hijos únicos; él lo ha negado, prefiere considerarlo un personaje con el que los lectores interactúen y más o menos se identifiquen. Yo creo, por las entrevistas que he leído de este autor y por el contenido de sus libros, que en Richard Ford hay mucho de Frank Bascombe, pero eso no le perjudica, sino que contribuye a hacerlo más cercano y amable.
En lo que no estoy de acuerdo es en considerar a Richard Fordun exponente del “realismo sucio” parecido a su amigo Raimond Carver, algo que también se le atribuye. Raimond Carver, al menos en los relatos que conozco de él, incide en el aspecto negativo de la vida y se muestra pesimista y desesperanzado. Sin embargo, El día de la independencia es una obra en muchos momentos poética, con detalles de enorme ternura y un tono reflexivo no exento nunca de esperanza.
La historia contada por el mismo Frank Bascombe se desarrolla en fechas cercanas al 4 de julio, día en el que se produjo la Declaración de independencia de EEUU promulgada por Thomas Jefferson en 1776, cuando según John Adams que le ayudó en la redacción de ésta, “todas las colonias se comportaban como naciones separadas y ferozmente guerreras, aunque supieran que necesitaban ser más felices y seguras e hicieran todo lo posible por conseguirlo”.
La necesidad de ser más feliz y estar más seguro de sus decisiones y afectos es la que siente Bascombe, mientras dice vivir lo que llama “periodo de existencia”. Un periodo que se ha propuesto atravesar ignorando lo que no le gusta o parece inquietante o confuso, pensando así que esa confusión o inquietud desaparecerán. El problema es que, a pesar de su disposición a ignorarlas, las complicaciones que le inquietan y confunden continúan produciéndose en mayor o menor grado.
Una complicación es que, a pesar de que se divorció de su esposa Ann hace siete años y ella volvió a casarse, no la olvida. Otra que Paul, uno de sus dos hijos que viven con Ann desde que se divorciaron, se ha convertido en un adolescente con graves problemas de conducta. Otra más que no acaba de convencerle la relación que mantiene desde hace unos meses con Sally, atractiva ejecutiva de su edad. Tampoco su trabajo como agente inmobiliario le satisface por completo, hay clientes que no le pagan y otros que no saben lo que quieren. Para completar sus dudas y resquemores, se considera un desastre como padre. Esta última circunstancia ha hecho que decida aprovechar la fiesta del 4 de julio para llevar a su hijo a visitar diversos lugares relacionados con el beisbol y el baloncesto que cree pueden interesarle, intentando a la vez una aproximación que ayude al chico a sentirse mejor y a modificar quizá sus actitudes negativas.
Así que todo el libro relata el viaje iniciado por Frank, primero para atender cuestiones relacionadas con su trabajo y ver a Sally, después para recoger a Paul y visitar los lugares programados, y finalmente, tras el grave percance que sufre el joven, volver a Haddan, la ciudad turística y residencial de Nueva Jersey en la que vive y en la que continúa su ahora más optimista reflexión final.
Mientras va recorriendo una parte de Estados Unidos, Frank Mascombe nos muestra el modo de vida del americano de clase media y alta: paisajes, tipos, costumbres…, mientras intenta aclarar sus ideas y encontrar un camino que le permita mejorar su existencia y al mismo tiempo la de los demás.
Ese impresionante fresco está dibujado con todo detalle, Richard Ford se considera un escritor lento y esa lentitud le hace ser minucioso y profundo, sin renunciar a la estudiada sencillez de una prosa que estimula e impacta desde la primera a la última línea.
El día de la independencia convirtió a Richard Ford en el primer escritor norteamericano que logró ganar con la misma obra los premios más prestigiosos de narrativa, el Pulitzer y el PEN/Faulkner.